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sábado, 26 de diciembre de 2020

¿Por qué gastamos bromas el día de los Santos Inocentes?

 

Cada 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes y cada año tenemos que andar con mucho cuidado para que no nos gasten una broma y, al mismo tiempo, para gastarla nosotros sin que nos pillen.

No obstante, hay algo que no cuadra bien en este día. Si lo que se conmemora es la matanza de niños que tuvo lugar hace más de dos mil años, ¿por qué lo hacemos gastando y recibiendo bromas?  Siempre me llamó la atención que se junten dos cosas tan dispares: la pena y tristeza de la muerte de tantos niños se celebra con la alegría y la guasa de las bromas.

No es una casualidad que los hechos ocurridos en tiempos del rey Herodes y Jesús compartan el término “inocente" con la situación de hoy.

La historia nace, cómo no, en plena Edad Media. En dicha época, la Iglesia pugna todavía (y pugnará durante muchos siglos más, al menos en España), por eliminar las fiestas paganas sustituyéndolas por fiestas religiosas, y la broma y la chanza de este día están vinculadas a la cultura pagana. Pero viene aún de más atrás.

Había entre los romanos la costumbre de celebrar las fiestas Saturnales, que tenían lugar entre el día 17 y el 23 de diciembre. Lo que se celebraba era el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, el 25 de diciembre.


Se iniciaban con una ofrenda al dios Saturno y se abría un período en el que la gente intercambiaba regalos. Eran días de fiestas, banquetes y jolgorio porque ya se habían acabado las tareas agrícolas de invierno y en celebraciones se permitía que participara toda la población. En uno de estos banquetes se repartía entre los esclavos una torta hecha con higos, dátiles y miel en cuyo interior se escondía un haba, lo mismo exactamente que hoy en día con el típico roscón de reyes. Pues bien, el afortunado esclavo al que le salía esa haba en su ración, intercambiaba su papel en la casa con el amo, de manera que pasaba a ser amo por un día durante el que podía expresarse libremente criticando la posible mala organización, vestido con la toga mientras que su amo vestiría el gorro de pico y realizaría los trabajos más penosos para que se diera cuenta del valor de un siervo. 

Esta costumbre perduró hasta la Edad Media, celebrándose siempre en los días de finales de año, en ellos los miembros del pueblo llano se convertían en gobernantes durante algunas horas, en las cuales aprovechaban para dictar las normas más disparatadas con obligación de ser acatadas por todos los que se cruzaran en su camino, y no fue solo en España, sino en toda Europa.

En Castilla era la fiesta del Rey de Gallos o del Rey de Inocentes; en otros sitios era la Fiesta de los Locos, o la Fiesta de los Pájaros, con distintos nombres en unos sitios o en otros, pero en todos se jugaba a cambiar el orden establecido y generalmente coincidía con el día 28 de diciembre. De común acuerdo con las autoridades legalmente establecidas, se elegía a un “rey” que paseaba por la población con su séquito de bromistas, organizando todo tipo de chanzas. Pero la cosa llegó a ser tan pesada que en algunos sitios se acabó por prohibir la fiesta ya en el siglo XIV porque se hacían insoportables, de manera que hay más documentos relatando el porqué de la prohibición paulatina desde el siglo XIV al XVIII, en el que desaparece totalmente, que otros relatando la propia fiesta, aunque para conocerla es suficiente con lo que hay.

Las bromas eran de todo tipo: el “rey de gallos” se paseaba con sus alguaciles, que llevaban vara de autoridad y una caja recaudatoria, y ponía una multa, por ejemplo, a los que iban caminando por el sol para acto seguido cruzar la calle y ponérsela a los que caminaban por la sombra. U obligar a los transeúntes a caminar a cuatro patas y rebuznando, cacareando o mugiendo, con obligación de hacerlo o de pagar multa. O darle un azadón a algún infeliz que se cruzara con la comitiva y obligarle a cavar surcos en la corriente de agua de un arroyo, con multa si no los podía hacer… Pero no todo el mundo se lo tomaba a bien, había disputas con los que no querían someterse, salían las espadas o los puñales a expresar su opinión y era fácil acabar con heridos o incluso con muertos. Este fue uno de los alicientes que impulsaron a las autoridades verdaderas a suprimir los festejos.

Con la prohibición desapareció la fiesta del Rey de gallos, pero las bromas se siguieron gastando. Por ejemplo, como había sido la matanza del cerdo hacía pocos días, entraban en las casas, se llevaban los embutidos que se estaban secando en las varas y dejaban colgados en su lugar zapatos viejos, trapos, ratones muertos, cualquier cosa. Después eran devueltos los embutidos, pero previa requisa de la comisión de recuperación, que había servido para una suculenta cena. O se entraba también de noche a una casa y se cambiaban de sitio todos los muebles, o se sacaban las vacas de las cuadras de los vecinos y se metían en cuadras ajenas, de manera que al día siguiente toda la población andaba revuelta reuniendo su ganadería. La imaginación no descansaba.

Hoy en día la broma va más encaminada hacia la tomadura de pelo, generalmente haciendo circular una noticia posible, pero falsa, y es costumbre que en prensa y televisión se hagan eco de alguna que nos arranca una carcajada, o provocando situaciones tan absurdas que dejan descolocada a la inocente víctima. Creo que todos recordamos el programa de televisión “Inocente, inocente”, en el que se ponía en situaciones más que comprometidas a famosos, famosillos y famosetes.


 También hay empresas que se dedican, previo pago, a gastar bromas telefónicas durante todo el año, las graban y luego se las pasan al que las encargó para que se burle del inocente que "picó".

 Y también hay poblaciones, sobre todo de la Comunidad Valenciana, en las que ha vuelto la tradición tal y como se abandonó en el siglo XVIII, pero siempre dentro de unos cauces más civilizados que aquellos por los que discurría el jolgorio, cuando fueron prohibidas y en las que acababan con gente en el hospital.

Por último, hay que decir que el día 28 de diciembre solamente se gastan bromas en España y en países hispanoamericanos. En los países anglosajones, así como en Francia, Alemania, Italia, Bélgica y otros, se celebra una fiesta similar el 1 de abril conocida como Día de los tontos o Fools Day.

Pero volviendo a España, tal vez haya otras explicaciones de la ligazón de la matanza de niños en tiempos de Herodes con las bromas del día de los Inocentes actuales, pero creo que si las hubiera, esta sería la más adecuada.

Antonio García Francisco, Navidad 2020

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