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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Hallazgos casuales (o no tan casuales) en las bibliotecas.

 


Brujulear en la Biblioteca Nacional puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla. Estos días, investigando a mi manera -por llamarlo de algún modo-, sobre los personajes que fueron clave en el reconocimiento como monumento nacional del exmonasterio benedictino de San Pedro de Villanueva, dio un salto ante mis ojos el asturiano D. Julián Suárez Inclán, de quien ya hablamos en otro momento y de los muchos cargos que ostentó, aunque en el presente lo que nos interesa es que fue académico de número en la Real Academia de la Historia.


     Y hurgando, a poco que arañemos en la superficie, nos topamos en el Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo 41, año 1902, Cuadernos I-III. Julio-Septiembre, 1902,  con un artículo suyo, firmado el 27 de junio de ese año, que comienza con estas palabras, cito textualmente con la ortografía de la época: 

“La obra Asturias publicada por los Sres. D. Octavio Bellmunt y Traver y D. Fermín Canella y Secades, consta de tres tomos voluminosos, en que se hallan intercalados 477 fotograbados, fototipias y dibujos hechos en la importante villa de Gijón.

Elogio sincero merecen los Sres. Bellmunt y Canella, que con vigoroso ánimo realizaron á costa de multitud de esfuerzos, de sacrificios y gastos sin cuento una labor que, por lo que atañe á la comarca asturiana, aumenta considerablemente el caudal de conocimientos históricos y geográficos.”

 

     Si seguimos leyendo descubrimos que

“Los dos primeros volúmenes de la publicación comprenden trabajos minuciosos relativos á Oviedo, Gijón, Avilés y trece concejos más, y en el tomo tercero se describen los restantes términos municipales, hasta los 79 que existen en Asturias, realizándose de tal suerte un estudio completo geográfico, histórico y artístico del antiguo Principado. - Y cual si eso no fuera bastante, allá van intercaladas interesantes monografías, destacando la inmortal Covadonga con relieve acomodado á su significación grandiosa, exponiendo costumbres y tradiciones características, 0 sacando del cuadro de conjunto para encerrarlos en marco especial, personalidades salientes, trabajos curiosos de heráldica municipal, hechos preeminentes en el gobierno de Asturias v sucesos culminantes de pasados tiempos.”

   Salta el resorte que urge a movernos. Hay que localizar este libro para buscar Cangas de Onís. Y es localizado con un poco de paciencia. Fue publicado antes de 1895 en forma de fascículos y aparece como un tocho de tres volúmenes con más de dos mil páginas en total.

Paciencia, paciencia, ya avisaba el señor Suárez Inclán que era voluminoso. Llegamos al tomo II y ahí aparece, en la página 11, Cangas de Onís, con información verdaderamente muy interesante, pero sigo adelante a ver lo que hay de San Pedro de Villanueva, no sin antes dejar constancia de la apreciación que se hacía del puente romano a finales del siglo XIX, con una fotografía de la época tomada del libro:




Creemos que para algún lector del siglo XXI podría ser interesante, o como mínimo, curioso, copiar todo el capítulo dedicado a Cangas de Onís escrito con la visión del siglo XIX, en algún momento podremos fotografías de esas páginas.





 

Decíamos que llegados al Volumen II ya nos topamos con San Pedro de Villanueva (fotografía del libro):



Nos hace la descripción bastante buena tanto del exterior como del interior, abundando en la historia del malhadado rey Favila. Se puede ver en las fotografías de las páginas,




 

Todo ello con sus notas explicativas correspondientes:




    No es necesario reproducir los textos porque se puede leer directamente de la fuente, aunque sí se puede agrandar alguno interesante, como el que hace alusión, suponemos, a los canecillos exteriores (se pregunta el autor qué significan, y sobre todo, por qué se consienten “en la casa del Señor” Phalos, regiones glúteas,  hipogastrios de mujeres en el acto del alumbramiento y otras figuras indecorosas) porque nos dan una idea de cómo cambió la mentalidad del pueblo (y de la Iglesia) desde el siglo XIII al siglo XIX, aunque muy honestamente reconoce, dejando a salvo al clero de la época, que hay que ponerse en otro plano de la realidad y concluye que 

“Cuestiones son estas de difícil solución, pues para ello preciso sería tener cabal idea del estado social del pueblo y del clero que, si no inspiraba, por lo menos toleraba la aparición de semejantes obscenidades.”

        Hoy en día esa cuestión del erotismo románico, bizantino dirían ellos, está muy superada, aunque, lamentablemente, se han perdido por el camino muchas obras de arte que no eran del gusto de los censores de cada época.

        Ya de paso, como colofón a la monografía dedicada San Pedro de Villanueva, hace alusión a la pila bautismal que se encuentra reproducida "en la cabecera de esta monografía.



En fin, poco más que comentar, las fotografías son fieles notarios de lo que fue escrito hace ahora casi un siglo y cuarto y ahí están para dar fe de lo aquí escrito.


Antonio García Francisco, diciembre 2020














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