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domingo, 11 de abril de 2021

ARTE ROMÁNICO. ACERCA DE LA AVARICIA

"La bolsa al cuello es el atributo del avaro desde sus primeras representaciones, y está ahí para manifestar la carga condenatoria. La avaricia del personaje es delatada por ella".

Iglesia de Aulnay de Santonge, Francia. Cuatro demonios devoran a un avaro que defiende de ellos su bolsa.

Cuando en algún momento del siglo XI se recurrió a plasmar el iconograma del avaro, fue porque, en una sociedad que estaba pasando del mercado de trueque al del dinero, hubo personas que comenzaron a ostentar abiertamente sus riquezas, y aquellos que contaban con menor poder adquisitivo criticaban abiertamente sus hábitos.

Una población que hasta ese momento había sido solidaria y que compartía, se decantó hacia un mayor individualismo y se hizo más egoísta, negando la riqueza a los que hasta entonces habían sido sus amigos. 

Parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, Lc 19,19-31, en un capitel de la catedral vieja de San Martiño de Mondoñedo, Lugo. Siglo XI



Parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, Lc 19,19-31, en un capitel de la catedral vieja de San Martiño de Mondoñedo, Lugo. Siglo XI

Parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, Lc 19,19-31, en un capitel de la catedral vieja de San Martiño de Mondoñedo, Lugo. Siglo XI

“En estrecha relación con el sistema de gobierno político-concejil estaba el régimen de propiedad colectiva de la tierra, los bosques, las aguas y de la gran mayoría de los bienes de producción (molinos harineros, ferrerías, sierras hidráulicas, martinetes, fraguas, hornos, lagares, canteras, tejares, minas, caleras, edificios de uso pecuario, trojes y pósitos, etc., sin olvidar los templos parroquiales) resultando la propiedad privada reducida a poca cosa, dejando a un lado la que pertenecía a la corona como institución, distribuidos sus bienes entre la casa real, la nobleza y el alto clero, tal vez un 20% del total hasta mediados del siglo XIII. […] Para dicho orden económico, una amenaza de importancia era la avaricia como tendencia a particularizar más y más bienes, lo que, necesariamente, debería llevar a la privatización del comunal.”

Félix Rodrigo Mora. TIEMPO, HISTORIA Y SUBLIMIDAD EN EL ROMÁNICO RURAL.


Saint Quentin de Baron, Francia

Priorato de Saint Michel de Lescure, Francia. Lujuria y avaricia

Ciertamente, en una sociedad altamente cooperativa tanto en la subsistencia, no ya solamente la defensiva en las guerras contra el moro, sino también económica en la gestión de bienes comunales, el acaparador de bienes estaba realmente mal visto, pues estaba claro que lo que a uno le sobraba, a otros les faltaba o les faltaría para poder vivir mejor.

Iglesia de San Millán, Segovia

Es un hecho que la avaricia era un mal que cobró importancia cuando encontró un buen caldo de cultivo en la comercialización de la sociedad medieval, debida a la transformación económica que se estaba viviendo en cuanto a nuevas maneras de trabajar el campo y gestionar los recursos naturales. Y la Iglesia avisaba desde portadas, capiteles, metopas y canecillos, como si fueran vallas publicitarias.

Iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción. Duratón, Segovia

A esto contribuían también las enseñanzas bíblicas. La avaricia, según San Pablo, es la raíz de todos los males:

"Radix omnium malorum est avaritia, porque el amor del dinero es la raíz de todos los males..." (I Timoteo 6,10).

Pero la propia Iglesia, fiel al dicho de “predicar no es dar trigo”, también era una gran acaparadora y no ocultaba su excesiva acumulación de riquezas. La avaricia de sus representantes era cada día más patente y notoria ante los ojos de los fieles. Hablar de avaricia es hablar de la naturaleza del hombre, es hablar de la esencia del mundo, es hablar de la Historia de la Humanidad. Las Instituciones están formadas por personas, y ya sabemos que las debilidades son humanas por muy noble que se pretenda que sean los fines de la Institución que representan. 

Iglesia de la Asunción. Quintanatello, Burgos


No puedo dejar pasar por alto que la picaresca existió siempre, y esa frase de San Pablo, tan atinada para los demás, como siempre ocurre con los consejos, de los que se dice que yo los vendo, pero para mí no tengo, dio lugar a un acróstico, fruto de la agudeza humana, útil para ridiculizar las ansias de riquezas que también mostraban obispos, frailes, clérigos y gente de religión, de manera que simplemente definían la codicia eclesiástica como ROMA:

 ROMA:

R/adix,

O/mnium,

M/alorum,

A/varitia.

Abadía de San Isidro de Dueñas. Palencia

Pero volviendo al tema, era tal la gravedad de la avaricia y tanto el rechazo que inspiraba, que fue incluida entre los siete pecados capitales, y nombrada madre de otros muchos más, como la simonía, la soberbia, la envidia y la usura.

 Los textos del Antiguo Testamento ya se hacen eco del vicio de la avaricia y se refieren a ella en varios pasajes:

“El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto”. (Ecl 5, 10).

El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma (Ecl 14, 9).

 El Nuevo Testamento también recoge varias citas más,

 No se puede servir a dos señores, a Dios y al Dinero (Mt 6, 19-21).

No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. (…) Porque donde esté tu tesoro allí estará también tu corazón (Mt 6, 19-21).

No sabéis acaso que… ni los ladrones, ni los avaros heredarán el Reino de Dios (I Timoteo 6, 9-10).

Iglesia de San Nicolás, Miranda de Ebro. Burgos


En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio recogió en Las Partidas el sentir popular que señala la avaricia como el origen del resto de pecados contra los avaros:

la codicia es raíz de todos los males, y la voluntad del codicioso es ciega y no ve las cosas de su pro;…E según dijo Salomón, tales como éstos (los codiciosos) más de grado catan al oro que al sol; que quiere tanto decir que más paran mientes que las riquezas temporales, que son mentirosas porque desfallecen, que no a las celestiales que son verdaderas y duran para siempre. E por estos males e otros muchos que vienen de la codicia…

La cuestión es que nos hallamos ante uno de los pecados más denostados por la iglesia y por la sociedad medieval, quienes no se limitan en su iconografía a representar al avaro, sino que también a veces nos muestran el suplicio que le aguarda en los infiernos.

Estamos ante un vicio fundamentalmente masculino y su iconografía nos remite a un hombre, unas veces de pie, otras veces sentado, con una bolsa que generalmente le cuelga del cuello, la cual le ahoga, pero que defiende con uñas y dientes.


Nuestra Señora de la Oliva. Escóbados de Abajo, Burgos. El avaro defiende su bolsa hasta con lo dientes.

La bolsa al cuello es el atributo distintivo de las representaciones del avaro desde sus primeros momentos, y está ahí para manifestar la carga condenatoria; es delatado por la bolsa, lo habitual es que el personaje acuse una fuerte inclinación de la cabeza hacia delante, hasta casi tocar el pecho con la barbilla, a la vez que, con las manos asidas a las correas laterales, trata de compensar el peso. La mayoría de los avaros aferran con fuerza su bolsa con ambas manos. Solo el avaro de San Millán lo sujeta con una. Y el de Rebolledo de la Torre no la toca, pero porque ya está en el infierno y ahí no le sirve. 

Iglesia de El Salvador. Pozancos, Palencia. 

La cronología los sitúa mayormente en el siglo XII, aunque hay algunos ejemplos en Galicia que son anteriores, y a partir del siglo XIII disminuye su frecuencia.

"Las primeras representaciones conservadas de la avaricia derivan de la Psicomaquia, obra del poeta hispano Prudencio (348-c.415 d.C.), que relata la lucha entre los vicios y las virtudes militantes representadas mediante personificaciones alegóricas. La virtud es una dama hermosa, de largos cabellos y ricamente vestida que porta una lanza; el vicio es un ser feo y repulsivo. En el duro combate que establecen los vicios y las virtudes -con una duración de varios episodios- resulta siempre vencedora la virtud, que en su triunfo sobre el vicio contrario da muerte a éste. El ejemplar más antiguo localizado corresponde a un manuscrito carolingio, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia. En él se representa en sexto lugar la lucha de Largitas (caridad) contra Avaritia (es el vicio al que se dedica mayor número de folios e imágenes). La contienda entre ambas contrincantes finaliza cuando Avaritia muere vencida por la Caridad y sus riquezas se reparten entre los pobres. Son interesantes varias ilustraciones, pero a mi parecer destacan dos. La primera escena representa el momento de la victoria sobre el vicio y plasma la muerte de Avaritia mediante el ahorcamiento con una cuerda. (Esto me lleva a la identificación que siglos después se llevó a cabo de Avaricia con Judas Iscariote).

La segunda corresponde al momento en que Largitas reparte las riquezas atesoradas en un saco por Avaritia entre los necesitados. Por tanto, en las imágenes ya están presentes los dos atributos que van a caracterizar a la figura del avaro románico: el saco y la cuerda, aunque el saco se convierta muchas veces en una bolsa, tal y como el poeta expresó:

 Cuéntase que Avaricia, ajustando el regazo de su vestido para hacerlo espacioso, con su mano ganchuda se apoderaba de todo aquello que el Lujo voraz había dejado atrás...; [...] disfrutaba atiborrando de vergonzosa ganancia su saca...” Faustina Vila-Belda Martí. Imagen y palabra. Los pecados más frecuentes en la iconografía de Castilla medieval. (Siglos XI al XV)

Por Psychomachia se conoce el combate moral del alma entre el bien y el mal.

        Generalmente está representado él solo, pero es frecuente la aparición de uno o dos seres diabólicos que lo flanquean para torturarle o para conducirle al infierno. 
Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, Palencia

Una característica de las representaciones del pecado de avaricia es que suele ser figurado por lo general bajo la forma de un hombre. Esto nos podría llevar a pensar que a quien se condena es al avaro más que a la avaricia y, por analogía, cuando se representa al pecado de la lujuria a través de mujeres, se está condenando más a la lujuriosa que al propio vicio. A fin de cuentas, el corazón siente lo que los ojos ven, y, ya metidos en la mentalidad de la época, hay que considerar que la avaricia suele ir asociada a la usura, atributo de los judíos, y que la mujer jugaba un papel marginal en las transacciones económicas de la época. Eso no quita que haya representaciones de mujeres avaras.

Como en este blog nos gustan los libros escritos en piedra, no puedo dejar de citar uno que me ha mandado, cómo no, nuestro amigo Pedro Lozano Huerta, a quien no me canso de agradecer su ayuda continuada, y la santa paciencia que tiene.

              Está escrito en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, en Tuesta, Álava. 

Ntra. Sra. de la Asunción, Tuesta (Álava)

Ntra. Sra. de la Asunción, Tuesta (Álava)

El avaro está situado junto a la representación de algunos oficios como el pastor, panadero, músicos, monjes lectores y algunos vicios. Ocupa una dovela a la izquierda de la portada, está sentado muy próximo a unos animales que parodian monjes leyendo libros, viste túnica larga y con la mano mesa sus desordenados y largos cabellos; su rostro refleja el dolor que le causa la enorme bolsa que pende de su cuello. A su lado, otro varón sentado porta sobre su regazo una tabla en la que anota las cantidades de los créditos concedidos, por tanto, representa al usurero.

Mujeres avaras en Tuesta, Álava

En la misma arquivolta, figuran dos mujeres que cubren su cabeza con toca y portan cada una sobre las rodillas un cofre en alusión a sus riquezas. Aquí tenemos el ejemplo de que la mujer también puede ser avara.

 Lo interesante es que en la página del libro que porta el Pantócrator, que ocupa la clave del ábside, se lee la siguiente inscripción, que alude a la avaricia: 

O DIVES, DIVES NON OMNIS TEMPORE VIVES, FAC BENE DEO IN VIVIS, POST MORTEM VIVERE SI VIS ELIAS ME FECIT.

Oh, rico, rico no vivirás siempre, haz bien a Dios en los vivos si quieres vivir después de la muerte. Me hizo Elías.

Este texto lo encontramos en más sitios, pero lo importante es que figura la anotación de que Elías fue el maestro que la hizo.

Tuesta, Álava. O dives, dives...

La misma exhortación a la virtud de la Caridad y condena a la avaricia la encontramos en la iglesia de San Justo, en Santibáñez del Río, Salamanca, con una ligera variación:

Santibáñez del Río, Salamanca. 

 “O dives, dives non omni tempore vives fac bene dum vis post mortem vivere si vis”

“Oh rico, rico no vivirás para siempre, haz el bien si tras la muerte deseas vivir”.

Este verso, con pequeñas variaciones, lo encontramos en dieciséis ejemplos entre los siglos XIII y XV

Surge aquí una pregunta: ¿cuál era la relación entre las iglesias y la avaricia? ¿Por qué se situó al avaro cerca de las portadas? Pues porque las prácticas comerciales tenían lugar ante las puertas de las iglesias, e incluso las iglesias se convertían ocasionalmente en mercados. Era un recordatorio que mandaba la Caridad y la Justicia a los comerciantes y mercaderes, un llamamiento a la conciencia y un aviso de  las penas del infierno que esperabana los que vendían con precios abusivos.

 A pesar de eso, mi impresión es que con el hombre de la bolsa colgando del cuello se estaban refiriendo al avaro, mientras que para la Avaricia como pecado, como concepto, como idea, se reservaban la figura de Judas, Mercator pessimus.

Puerta del Juicio Final de la catedral de Santa María de Tudela

Se está viendo venir poco a poco que, con la aparición de los burgos y ciudades, se va creando un nuevo estrato social que ni son nobles ni son siervos, son los hombres libres que trabajan y venden el fruto de su trabajo con la consiguiente ganancia, lo cual les va haciendo ricos paulatinamente. ¿Es envidia lo que sienten los que lo contemplan y adivinan? No lo sé, pero está claro que el régimen cooperativista tiende a desaparecer y eso da miedo. Hombres muy ricos y muy pobres siempre hubo, pero ahora hay cada vez más ricos que atesoran dinero; la avaricia se vuelve más monetaria; incluso aparecen los usureros, generalmente judíos, que por diversas leyes no tienen permitido el acceso a la tierra, pero sí al comercio y se permiten prestar dinero a otros a cambio de unos intereses o usuras.

Iglesia de la Asunción de la Virgen. Olleta, Navarra


Iglesia de la Asunción de la Virgen. Olleta, Navarra


Iglesia de la Asunción de la Virgen. Olleta, Navarra

Iglesia de la Asunción de la Virgen. Olleta, Navarra

Es un hecho que a medida que se desarrolla el comercio, el hombre de la bolsa representa tanto al avaro como al usurero y tal vez a otros más.

Van apareciendo poco a poco unos tipos que antes no eran conocidos. Teníamos la figura del avaro, pero han surgido los que practican el fraude, los que realizan hurtos o robos en el comercio, los usureros, los perjuros y falsos testigos, y así lo recoge el Canciller Ayala en Rimado de Palacio, siglo XIV:

En este pecado se encuentra la usuría,

e las fuerças e furtos, e toda robería,

echar los grandes fechos, la falsa mercadería;

 aquí los abogados en esta acostadía…

Todo un caldo de cultivo para una revolución que no pudo llevarse a cabo porque la sociedad no estaba tan adelantada como para hacerla y solamente esperaba su premio o su castigo en otro mundo, en otra vida. No ahondaré en esto, no es el sitio, pero recordemos que ya hemos visto que la gente de Iglesia no era ajena al pecado madre.

No obstante, todos saben que el avaro será castigado. Pero en otra vida. 

Iglesia de San Julián y Santa Basilisa. Rebolledo de la Torre, Burgos. La muerte del avaro.

Iglesia de San Julián y Santa Basilisa. Rebolledo de la Torre, Burgos La llegada del avaro al infierno.

En Rebolledo de la Torre, Burgos, Iglesia de San Julián y Santa Basilisa, tenemos un magnífico capitel en el que se representa al posiblemente sórdido usurero judío, no perdamos de vista que lleva sobre la cabeza lo que parece una kipa judía, falleciendo ante su atribulada esposa, en un lecho bajo el cual hay dos demonios. En la parte alta, vemos cómo sale el alma al exterior del cuerpo, momento en que dos demonios la encadenan. En otra cara del mismo capitel, un demonio, posiblemente bajo la forma de un basilisco, va a prender al avaro para llevárselo a los infiernos. El difunto, o su alma, lleva su bolsa colgada del cuello. Está tan llena, es tan grande, que le tapa los genitales.


Beato de Silos. Dives, el rico, castigado en el infierno

Siguiendo a Ángela Franco Mata, jefa del Departamento de Antigüedades Medievales del Museo Arqueológico Nacional, en la inequívoca descripción del infierno que se nos regala en el Beato de Silos, Beelzebub y Radamas castigan a DIVES, el rico, en la figura de un hombre muy bien ataviado, de cuyo cuello pende una gran bolsa al tiempo que sujeta dos más con las manos, evocación del cuerno de la abundancia. Los cabellos están saturados de circulillos verdes, tal vez sugerencia de monedas. El demonio Radamas lo acosa con una lanza. El rico sufre además en la cabeza las mordeduras de las dos serpientes, serpentes comedunt divitem, dice el rótulo. Los pies son mordidos por dos criaturas que parecen sapos, símbolo del mal y de la lujuria, pero que tienen seis patas. Beelzebub, aunque de perfil similar a Radamas, tiene cuernos. También aparecen por allí Barrabás y San Miguel haciendo pesajes de almas. Barrabás haciendo trampas, como en todas las psicostasis.

Es en el Codex Calixtino (año 1140), en concreto en el sermón del Veneranda dies, donde se encuentra la razón por la que en la iconografía del avaro siempre se le representa con la bolsa atada y bien cerrada como consecuencia de su falta de generosidad:

“No sin razón los que viene a visitar a los santos reciben en la iglesia el báculo y el morral bendito. […] El morral es un saquito estrecho…, siempre abierto por la boca, no atado por ligaduras. […]El hecho de que no tenga ataduras, sino que está abierto por la boca siempre, significa que el mismo (el peregrino) debe antes repartir sus propiedades con los pobres y por ello debe estar preparado para recibir y para dar.

 

También el Libro de Apolonio (siglo XIII) alude al saco y a la rotura de éste como ineludible consecuencia de la insaciable codicia, vicio característico del avaro:

"Como dice el proverbio que suele acontecer

 que la mala codicia suele el saco romper."

 El avaro suele ser representado como un hombre flaco, tal vez porque no disfruta de sus bienes ocupado como está en acarrear y acumular muchos más. Esta idea de acumulación y privación de sus muchas riquezas la refleja la Fábula LXVIII de Odón de Cheriton (c. 1200), titulada “Sobre el sapo y la rana” que además advierte con claridad contra los avaros tacaños:

“El sapo, que habita en la tierra, pidió a la rana, que habita en el río, que le diera agua para beber. Dijo la rana: ‘De acuerdo’, y le dio toda el agua que quiso. La rana cuando tuvo hambre, pidió al sapo que le diera alimento de la tierra. Respondió el sapo: ‘No te daré nada, porque yo mismo, por temor a que se acabe, no como lo suficiente’.

Os habéis engañado con vuestras mismas trampas. Pues vuestras propias obras os llevan a los infiernos. Con la misma medida con que hayáis medido se os medirá a vosotros. Codex Calixtinus, libro 1 capítulo XVII. Siglo XII.

 

Pero admite muchas representaciones, siempre con su bolsa y a veces, con algún atributo identificador de cómo pecó el avaro. 

Sin querer hacer un catálogo de avaros, vamos a mostrar algunos para mejor comprensión.  

Ermita de San Lorenzo de Pujayo, Cantabria

Ermita de San Lorenzo de Pujayo, Cantabria

Una curiosa representación de los avaros la tenemos en la ermita de San Lorenzo de Pujayo, Cantabria, siglo XII, y está en los dos capiteles de la ventana. En el izquierdo, el avaro lleva agarrada muy bien sujeta contra su cuerpo, la bolsa de la avaricia, pero a lleva sin colgar del cuello y sin cintas y dos demonios por cada lado le acosan. En el capitel derecho de la misma ventana tenemos otra escena en relación con el pecado de avaricia, pero en este caso es un clérigo el avaro.

Iglesia de San Vicente Mártir. Pelayos del Arroyo, Segovia.

En pelayos de Arroyo, Segovia, el avaro de pie con rostro simiesco y grandes orejas puntiagudas, viste calzón corto y sujeta pendiente del cuello la característica bolsa, aunque lo más llamativo es su melena erizada que lo relaciona con la maldad y el demonio.

Iglesia de Santa María. Yermo, Cantabria

En Santa María de Yermo (Cantabria) hay otro interesante ejemplo. El demonio que acompaña al avaro comparte con él un mismo canecillo. El avaro vestido y de pie tiene la bolsa de monedas pendiente del cuello, mientras en sus manos sujeta una balanza y un celemín o cedazo para medir o tamizar el grano. A su izquierda se sitúa un demonio desnudo, con grandes ojos saltones como de rana, enorme boca abierta y pies que parecen patas de gallo, que porta un gancho sujeto con manos de apariencia humana e introduce su extremo en la boca del avaro. Esta imagen es muy interesante ya que el avaro, además de ser arrastrado con un gancho por el demonio, seguramente hacia la maldad y el infierno, presenta como atributo la bolsa, el celemín, y la balanza. Balanza y celemín que asimilan su pecado al fraude bien por lo que pudiera tratarse de un molinero tramposo.

Santuario de Ntra. Sra. de Estíbaliz, Álava

Santuario de Ntra. Sra. de Estíbaliz, Álava


Santuario de Ntra. Sra. de Estíbaliz, Álava

Otro interesante ejemplo se localiza en el interior de Santa María de Estíbaliz (Álava), donde el avaro desnudo, con una enorme bolsa al cuello y un celemín en la mano, sufre el ataque de un horrible demonio que tira de la bolsa tratando de arrebatársela. 

San Pedro de Tejada. Puentearenas, Burgos

Es verdaderamente original el avaro de San Pedro de Tejada. Hace unos días comentaba con Pedro Lozano que, si bien el personaje lleva la bolsa, parece un demonio más que un avaro porque tiene cuernos y garras y ahí lo dejamos. Hoy lo tengo claro, ha bastado con aplicar la segunda regla: “dejar que hable la piedra”.

Y la Piedra habla: no es el avaro lo que vemos, sino que es, efectivamente, el demonio. El avaro pasa casi desapercibido. Nosotros vemos un demoñejo de labios muy gruesos, vestido de saya corta, cuernos, garras por pies y manos humanas, en las que porta, en la derecha, una lanza y la bolsa en la izquierda. Pero, ¿dónde está el avaro? Pues está retorcido en el suelo bajo las garras demoníacas, esto es debido a que han luchado avaro y demonio y ha vencido el segundo, que le ha arrebatado su botín, la bolsa. El demonio pisa al avaro vencido. 

Nuestra Señora de Baldós en Montañana (Huesca)

En la iglesia de Nuestra Señora de Baldós en Montañana (Huesca), el avaro lleva su enorme bolsa triangular colgando del cuello. y sufre el ataque de numerosos animales: una serpiente parece morder su oreja izquierda, un sapo la derecha; un perro le acosa desde su lado izquierdo y un ser monstruoso, posiblemente demoníaco, le acerca con la mano una serpiente desde su derecha.

San Martín de Sobrepenilla, Cantabria

San Martín de Sobrepenilla. El demonio está haciendo tragar monedas al avaro. Justo castigo a su avaricia


En la iglesia de San Martín, en Sobrepenilla, Cantabria, el avaro comparte capitel con la lujuria y la Psicostasis. 

En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos, avaricia masculina y femenina van de la mano.


En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos, avaricia masculina y femenina van de la mano.


En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos, avaricia masculina y femenina van de la mano.


En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos, avaricia masculina y femenina 
 van de la mano.


En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos,  avaricia masculina y femenina 

En la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro, Burgos,  avaricia masculina y femenina 

En la portada de San Nicolás de Miranda de Ebro (Burgos c. XIII), se representa el castigo del avaro en un hombre con bolsa colgada al cuello mientras un sapo y un lagarto muerden sus hombros. En el capitel adyacente de la misma portada, se representa el castigo de la mujer avara. La mujer a la que una serpiente muerde el pecho porta la bolsa, bien visible, colgando del cuello, junto a ella se encuentra un horrible demonio de pelos llameantes que la acosa.

No quisiera acabar esta entrada, larga entrada, sin hacer una referencia a la figura de Judas, el arquetipo de la avaricia.

No es un capricho considerarle avaro; viene de muy lejos. Tomás de Froidmont (s. XII) consideró que

“Judas vendió a Cristo por codicia”

y Mateo París un siglo después, seguía insistiendo en la codicia del traidor, 

“el problema de Judas fue la maldad y la codicia”


También “en las representaciones de tenebrae celebradas los Jueves Santos se presentaba a Judas como el más vil de los mercaderes”. En lo personal, me encanta cuando una coral canta la obra “Iudas, Mercator pessimus”, de Tomás Luis de Victoria.



Santa María la Real de Sangüesa, Navarra


Santa María la Real de Sangüesa, Navarra

Santa María la Real de Sangüesa, Navarra


Así la figura de Judas se convirtió en la personificación de la codicia y, por antonomasia, el vicio se hizo extensivo a todos los judíos. Ya Othlon de Saint-Emmeram en su Liber de cursu spirituali (s. XI), así lo proclamaba: estas cosas que se han dicho sobre Judas el traidor se extienden a todo el pueblo judío.

En el evangelio de Juan se observa cómo se hace extensiva la maldad de Judas a todo el pueblo judío:

“Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn 8,44).

También el Apocalipsis aporta su granito de arena

“Sinagoga de Satanás” (Ap 2,9 y 3,9).

Dicho esto, no es de extrañar que durante la Edad Media Judas fuera vinculado al pecado de la avaricia, y así se le suele representar a partir de entonces, con la bolsa colgando del cuello. O ahorcado a la entrada de las iglesias, para recordatorio de lo que espera a quienes renieguen de Dios.

Queda todo dicho.

Desde muy niños se nos inculcó en la mente el no codiciarás. En todas las culturas hay sentencias, aforismos, máximas, refranes contra “el apetito desmedido de riquezas”. El anatema cayó sobre la avaricia desde la cátedra y el púlpito, y al codicioso no se le ahorró condena ni negación en las artes.

Pero seamos serios: hoy en día, lo mismo que hace mil o dos mil años, lo que mueve al hombre son algunos de los pecados capitales. Gula, avaricia y lujuria tiran del carro en el que van subidos los demás. Incluso la pereza, que es la meta final de todos los anteriores. Todos van encadenados, Codicia era y es el “apetito desordenado de riquezas”; Avaricia es su hermana melliza, no voy a decir gemela, pues añade la cualidad de la retención, la usura y el apego.

Y si hiciéramos autocrítica, ¿cómo podríamos llamar pecadores a todos esos nombres de la lista Forbes de los más ricos, a los presidentes de las industrias farmacéuticas, a los que ganan millones de euros por minuto inventando programas informáticos? Podríamos decir que son obscenamente ricos, pero nada más.

Son los nuevos Epulones, ellos tienen de todo, y nosotros somos los nuevos Lázaros, nos alimentamos de las migajas que caen de sus mesas. Nada ha cambiado, todo se ha corregido y aumentado. Millonarios de la noche a la mañana que se vuelven compulsivos en atesorar y desear más bienes, los conocemos a diario. Están en la prensa, salen en televisión, todos lo ganan de su trabajo, es cierto. Futbolistas, actores de cine, deportistas de élite, estos por el lado bueno, son adorados por las masas aun sabiendo que tienen la meta de agrandar sus fortunas. Todos lo vemos bien y natural, a mí no me molesta es lo que todos pensamos.

           Por el lado “malo” tenemos a grandes propietarios acaparadores de tierra, de viviendas, de medios de producción, especuladores en cualquier cosa, generalmente bienes de primera necesidad, políticos corruptos (sí, también lleva su trabajo la corrupción encubierta), traficantes de armas y drogas, defraudadores de impuestos, no se juegan la fortuna, la libertad y la vida por amor a la aventura, lo hacen por dinero, todos van unidos por su denominador común: la codicia y la avaricia, y lo sabemos. Poco o nada ha cambiado la cosa, vuelvo a decir, salvo que, siendo ambos grupos acaparadores de riqueza, solemos tolerar a los que nos caen simpáticos. Cosas de humanos, supongo.

Pero no debo ser pesimista, hay gente generosa, personas que comprenden la esencia de la humildad y el desprendimiento, y agradecen sus triunfos a Dios, a la suerte o a su inteligencia y se desprenden de buena parte de sus bienes en beneficio de los más necesitados. Y si no comparten sus bienes, comparten su tiempo y su trabajo, que también son valiosos. Tan valiosos que empiezo a sospechar que es lo único que Dios hizo bien, darnos 24 horas al día a todos y cada uno de los humanos. Muchos comparten por convicción de que es bueno hacerlo, ahí están los voluntarios en mil asociaciones filantrópicas que aportan y trabajan para paliar el hambre, para erradicar el analfabetismo, las enfermedades o la pobreza infantil, temas de un catálogo interminable; otros lo hacen porque quieren gozar de ese resort paradisíaco  de vacaciones que Dios nos ofrece en otra vida, que piensan o saben que pronto vendrá, y estas personas tienen también el reconocimiento social, pero con una diferencia, y es que también gozan del agradecimiento que se merecen.

A veces nos reímos, como cuando el Cid se pasaba de listo engañando a los judíos burgaleses Rachel y Vidas con un cofre lleno de piedras, (o no les engañaba, que eran muy listos los prestamistas judíos), otras veces lloramos, como cuando parodiando a la fábula de la rana y el sapo negamos ayuda a los que llegan a nuestra puerta en una patera porque “sabemos” que no tenemos para nosotros… y seguimos siendo los mismos.



En fin. Dos mil años dando caña a la Avaricia y la Codicia desde el púlpito y la cátedra, como ya dijimos, desde la imprenta y la conciencia, que no es cualquier cosa, y las cosas están como están, son como son y no como nos gustaría que fuesen. Hemos avanzado poco.


Antonio García Francisco

Madrid, abril 2021

Fotografías propias y de Pedro Lozano Huerta.

Bibliografía consultada: 

Vila-Belda Martí, FaustinaImagen y palabra. 
Los pecados más frecuentes en la iconografía de  Castilla medieval. (Siglos XI al XV)
Poza Yagüe, Marta. La Avaricia.
Rodrigo Mora, FélixTIEMPO, HISTORIA Y SUBLIMIDAD EN EL ROMÁNICO RURAL.
Rodríguez Barral, PaulinoLa imagen de la justicia divina. La retribución del comportamiento humano en el más  allá en el arte medieval de la Corona de Aragón.

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