A lo largo de los años te vas dando cuenta de que tus gustos van cambiando así como tus
costumbres: olores, sabores, incluso las percepciones de tu entorno los años te
las matiza en mayor o menor medida a sabiendas que tanto física como
anímicamente es tu interior el que evoluciona.
Pero hay una sensación que se queda contigo para
siempre, que se te hace esencial en el mismo momento que te sientas, té recoges
sobre ti mismo y te entregas a ese momento venidero que comienza con el tacto
de las tapas de un buen libro y el olor de sus páginas: su textura, sus
contornos, son el preludio de tu conexión con la aventura, con el relato, con
las pasiones y los desencuentros, con amores y desamores con todo aquello que
solo las líneas de un libro te pueden dar.
Para aquellos que necesitamos un ratin de lectura
todos los días, para aquellos que somos de “antes”, disponer de ese paréntesis
espiritual con nuestros compañeros de aventuras es tan necesario que se torna
insustituible, pero si además, el relato te hacer surcar aguas familiares, te
hace vislumbrar contornos conocidos y la trama discurre por calles o claustros
por donde tus pies discurren, amigos, ese ratín te transforma en protagonista y
parte de la obra, en espectador mudo que no sólo lee sino que también vive.
Hoy charlaremos con la autora de un libro que no hará
cambiar los personajes que vemos cotidianamente por otros nuevos que nos invita
a conocer, pero dentro de nuestro lugar de confort, nuestra Cangas, la cual
será transformada en centro de intrigas, asesinatos y quien sabe más cosas.
Marta Huelves Molina (Madrid, 1969) estudió Geografía
e Historia en la UNED. Es escritora y divulgadora de Historia, y en todos sus
proyectos conjuga la pasión por la literatura con el trabajo de investigación.
Colabora con medios digitales y publica reseñas de libros en webs
especializadas. La memoria del tejo es su primera incursión en la novela negra.
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