Si queremos hablar de historia tenemos que tener en
cuenta varias premisas: una de ellas nos la escribió Ramón de Campoamor que
decía “que, en este mundo traidor, nada
es verdad y nada es mentira, todo es según el color del cristal con el que se
mira”
Y efectivamente tenían razón.
La historia está llena de colores que la han
convertido, en algunas ocasiones, en mera propaganda, líneas llenas de
inexactitudes que en gran medida se están corrigiendo gracias al trabajo de
muchas personas con la rigurosidad que la pasión y la dedicación les prima.
A lo largo de los siglos, desde los capiteles y
canecillos románicos, pasando por las enormes enciclopedias del siglo XX hasta
el ancho y profundo mundo del internet, los libros de historia han incluido
auténticas rarezas, por llamarlo de alguna manera, que fueron creciendo a lo
largo de los siglos, o bulos que siendo repetidos tantas veces adquirieron el
derecho de ser verdad. Ejemplos no faltan de estos contrastes, por ejemplo,
aquellos que afirman que ni
● Napoleón no era ningún enano.
● Einstein jamás suspendió en
mates.
● Julio César no nació por
cesárea.
● Van Gogh no se cortó la
oreja.
● Hernán Cortés no quemó sus
naves.
La España en la cual vivimos es el resultado de una
aventura que esos libros no tratan como se mereciera. La España que muchos de
nosotros estudiamos, era un país atrasado lleno de complejos y totalmente
merced a los caprichos de terceros, sin darnos cuenta que durante 300 años fue
el único capaz de mantener provincias de ultramar en los cinco continentes,
nuestro real de a ocho ha sido moneda patrón hasta muy adentrados en el siglo
XIX, siendo el mismo el espejo del propio dólar.
Ya para terminar, solo diré que nuestra historia
merece ser de nuevo contada, porque aquellos que lo hicieron dejaron episodios
que merece la pena ser recatados por mucho que se tenga que reescribir. Los libros,
es a la historia, en muchas ocasiones, lo que la guerra es a la verdad, la
primera de sus víctimas.
Hoy podremos disfrutar de una persona al otro lado que
de historia sabe mucho y de investigar y escribir, en un trabajo que la llevara
de nuevo a la biblioteca Dulce María Prida del Parador de Cangas de Onís
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