Indefectiblemente para aquellos que nos criamos a la vera de aquella televisión de los años 80, la palabra bandolero nos despierta esos recuerdos casi olvidados de Sierra Morena, los trabucos, sonidos de espuelas y relinchar de caballos, damas asaltadas en caminos polvorientos donde el honor de sus acompañantes era ultrajado por esos indeseables que hacía de sus plácidas vidas, aburguesadas y aburridas en muchos casos, un poco más interesantes y ponían a sus reuniones, entre jerez y jerez, esa pimienta que a sus días les faltaba, a costa de parte de su patrimonio en el mejor de los casos.
La historia de la empobrecida España del siglo
XIX, preñada de guerra intestinas y foráneas, hizo que gente común, aquella que
nada tuviera, perseguida por robos de necesidad en muchos casos, se echara al
monte y protagonizara un fenómeno que llevó incluso a turistas de la época a
buscar las experiencias que el asalto del bandolero les podría brindar y en la
mayoría de los casos era más el ruido que les nueces, el bandolero brillaba por
su ausencia
La sociedad rural,
presa de la desesperación de no llevar nada a la boca de sus familias, llevó a
muchos al monte como un medio de ganarse el pan que un trabajo les negaba. La
bolsa o la vida retumbó durante muchas décadas en los escarpados caminos de muchas
regiones de España. La prestigiosa Nacional Geographic , este pasado mes de
mayo publicaba un trabajo al respecto y apuntaba en un informe ministerial de
1786:
«Si el jornalero y el artesano aun en los días que
trabajen no pueden ganar lo que baste a mantener su persona y familia, ¿cuánto
mayor será su necesidad en los muchos días en que no halla en qué ocuparse útilmente,
aunque lo solicite? [...]. Con este desconsuelo están expuestos a caer en una
precipitada desesperación»
Por desesperación y
obligación, el sustento y por solución el monte, las cuadrillas, el pillaje y,
puede, que la muerte.
Para hablar de todo esto, hoy contamos con otro amigo de Radio Cangas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario