Desde hace mucho tiempo, en estos micrófonos hemos defendido la idea de que esa aureola de misterio, oscuridad, suciedad y todo un reverso tenebroso, haciendo nuestra una de las frases del mundo mágico de la guerra de las galaxias, que supone la Edad Media, no deja de ser una ficción como la saga de películas a las que hemos hecho referencia. Durante la edad media existieron tantas luces como sombras; EL arte Bizantino, el románico entre los siglos XI y XII, y el estilo gótico entre el siglo XII hasta el siglo XV han sido fieles reflejos de que en esta Europa se hacía algo más que perder las formas, de hecho, la Europa del siglo XXI bien que presume de todo el legado que este periodo nos dejó de herencia. Otro de los aspectos que la historia ha dejado muy
poco reflejado es el papel de la mujer en este periodo. Si hacemos memoria,
salvo en contadas ocasiones, los hombres eran los cabezas visibles de esa
sociedad, donde reyes y señores feudales eran el centro de todo aquello que el
poder hacía referencia, la misma religión era cosa de nombres, pero, entonces,
¿cómo es posible si se dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran
mujer? y si cambiamos la frase y decimos que las grandes mujeres fueron, en
muchos casos, relegadas por esos mismos que escribieron las crónicas una y otra
vez.
Ejemplos de grandes reinas los hay a montones, Isabel
la Católica es el nuestro, pero existieron muchas más que no tuvieron el honor
de ser protagonistas de esas crónicas por mucho que fueran ellas las que las
escribieron con sus actos.
Para hablarnos de dos de ellas, tenemos al otro lado a
Fuensanta Murcia
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