A lo largo de la vida de un ser humano su conocimiento
musical va evolucionando conforme se va cumpliendo años: en tu época
preadolescente pasas de todo lo infantil a aquellos que te entra oir el oído
con asiduidad o dependiendo de las modas musicales que sean tendencia. Cuando
esa etapa de efervescencia pasa, empiezas a escuchar más que oír y, conforme
van pasando esos años se te van mostrando nuevas tendencias o nuevos estilos.
En todas esas etapas musicales uno de los instrumentos, por lo menos en mi
caso, que perduró fue el piano.
Desarrollado como una evolución del clavicordio, pronto
su camaleónica propiedad de evolucionar le convierte en un instrumento capaz de
inmiscuirse en la música clásica o la contemporánea.
El piano ha sido protagonista de películas
que, incluso, han puesto su nombre en todas las carteleras: cintas como El
pianista (2002) Brilla (1996) Amadeus (1984) Chopin Deseo de Amor (2002) La
leyenda de 1900 (1998) Ray (2004) o el propio El piano (1993) nos sumergen en
ese mundo de sonidos ricos y variados que le capacitan para expresar emociones
en un grado de profundidad que solo él es capaz. El piano cautivo, sumerge, nos
traslada a su mundo y nos enseña que con solo cerrar los ojos podemos ver sus
teclas, tocar sus formas y sentir, algo que pocos instrumentos pueden hacer
No hay comentarios:
Publicar un comentario