“Esfinge: ser fabuloso compuesto con partes de ser humano y de cuatro animales. La de Tebas tenía cabeza y pechos de mujer, cuerpo de toro o de perro, garras de león, cola de dragón y alas de ave. Enigma por excelencia, la esfinge contiene en su significado un último reducto inexpugnable”. DICCIONARIO DE SÍMBOLOS, Juan-Eduardo Cirlot.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Duratón, Segovia. |
Al hablar de criaturas fantásticas presentes en pleno siglo XXI, todas ellas producto de mitologías seculares pero plenamente identificables y reconocibles hoy en día, me viene a la cabeza la idea de que tal vez la que ha sobrevivido con más elegancia a lo largo de los siglos es la esfinge.
Como hemos
visto en entradas de este blog, otras criaturas más abundantemente
representadas en la escultura románica, cómo por ejemplo el basilisco, que
hasta el siglo XVIII se creyó no solo que existía, sino que hubo grandes
debates científicos sobre su capacidad de matar con la mirada, hasta el punto
de tener que intervenir el rey de España para cortar por lo sano, hoy sería
tiempo perdido preguntar qué cosa es o era este ser.
Yo mismo, sin
ir más lejos, aseguro a todo el que me quiera escuchar que mis cuñadas son unas
verdaderas arpías. ¿Y quién a día de hoy sabe, no “el qué”, que
eso lo sabemos todos, sino “quiénes” eran las arpías?
Pero no ocurre nada parecido con la esfinge. Ni mucho menos. Hoy en día preguntamos a cualquiera si sabe lo que es una esfinge y es muy probable, casi seguro, que nos dirá que sí y que lo hará refiriéndose al mundialmente conocido monumento egipcio enclavado en Giza.
Sin embargo, hay muchas más esfinges que esta, la madre de todas las esfinges, y no solo en el antiguo Egipto, también las tenemos repartidas en monumentos modernos por todas las capitales europeas. Y cómo no, en lo que es objeto de esta entrada, también las tenemos en templos románicos, pues la cultura de nuestros maestros escultores y constructores medievales no era ajena, una vez más, a los conocimientos mitológicos.
Esfinge en el monumento del estanque del parque del Retiro. Madrid. |
La esfinge, lo mismo que muchas criaturas fantásticas que hemos conocido y descrito en otras entradas de este blog, también nació en Egipto mucho antes de la construcción de las pirámides. Era el dios-león del Imperio Antiguo, que actuaba en un principio como guardián del mundo subterráneo, del mundo nocturno y de la muerte. Con el tiempo pasó a las culturas griega y romana, recaló en la medieval y llegó plena de vida a nuestra época. Y esto, con una simbología algo voluble, pues con los siglos y los cambios de cultura fue mutando poco a poco. Básicamente, apareció como un híbrido con cuerpo de un león, a veces con patas de toro, cabeza de hombre, carnero o halcón y representaba la sabiduría del antedicho dios-león. Pronto pasó a representar en Egipto, su cuna, la fuerza divina y la vigilancia de la Ley y la Justicia del faraón, que con su mirada controlaba permanentemente el curso diario del reino y del día a día de sus súbditos; continuando también en su función de guardiana de los enterramientos y recintos sagrados (no olvidemos que Ley y Religión iban de la mano).
Esfinges en la entrada del Museo Arqueológico Nacional. Madrid. |
“…los egipcios colocan esfinges delante de sus templos para dar a entender que la doctrina respecto a Dios es enigmática y oscura; también quizás porque debemos amar y temer al Ser Divino: amarlo como algo benigno para el piadoso, temerlo como algo que debe sufrir inexorablemente el impío. Este doble valor de la esfinge se debe a que este ser fantástico presenta una doble naturaleza: de animal salvaje y de hombre.” Clemente de Alejandría, Stromata V.
Esfinge egipcia mandada trasladar por Diocleciano en el siglo III desde Egipto a su palacio en Split, Croacia. |
“…todo apunta a que los primeros que imitaron el modelo egipcio y contribuyeron a su expansión fueron los sirios, en cuyas manos la estática esfinge se modifica hasta casi reinventarse, al añadirle un par de alas bien visibles y representarla sentada y con una cola en forma de S.” Cristóbal MACÍAS VILLALOBOS, Algunas consideraciones sobre el simbolismo de la Esfinge.
Mesa sobre esfinges sirias. Patrimonio Nacional. Palacio Real. España. |
Entre los asirios y babilonios, adoptaba la forma de un león con cabeza y busto de hombre, o bien una leona con cabeza y busto de mujer. «El profeta Daniel describió, y así lo recoge la Biblia - afirma Camino García y Santacano -, esos toros alados que, junto con las águilas y leones antropomorfos, flanqueaban la entrada de los palacios asirios. Estas figuras pasaron siglos después a formar parte de la simbología cristiana», ya que los «karibes» o «querubes» asirio-babilónicos derivarían en los «querubines» cristianos.
J.M. Walker, Seres fabulosos de la mitología
Esfinges. Finca El Capricho, Madrid. |
Esfinges. Finca El Capricho, Madrid. |
Cuando es
asumida por los griegos, mantiene el cuerpo de león, pero le han nacido alas de
águila y muda la cabeza por la de una mujer, detalle este del cambio de género
imprescindible para convertirla en un símbolo de la destrucción, la
intransigencia, la intolerancia y el abuso de poder que solamente pudo ser
vencida por la inteligencia. En realidad, para la mitología griega la esfinge era
un demonio femenino que presagiaba mala suerte, muerte y destrucción. La
traducción de su nombre significaba “estranguladora”, pues así mataba a
los hombres que pretendían pasar por donde ella estaba y no eran capaces
de responder al enigma que les proponía (Cfr. el mito de Edipo y la esfinge).
Edipo y la Esfinge. Cerámica griega siglo V a.C. Museos Vaticanos. |
Llegados, por
fin, a la Edad Media, podemos encontrarla en algunas iglesias románicas
españolas, tampoco muchas, pero ahí están, ya con menos carga simbólica, y la
que conservan va muy saturada de valores positivos.
Iglesia de Santiago Apóstol. Cezura, Palencia. |
Nuestra Señora de la Asunción. Duratón, Segovia. |
Las primeras
que vi fueron, cómo no, las que están en un capitel del interior de la iglesia
de Nuestra Señora de la Asunción, en Duratón, Segovia, y fueron las que me hicieron
preguntarme qué hacían unas esfinges en plena meseta castellana aunque, por el
lugar que ocupa el capitel en el templo, es fácil de deducir que
“… las esfinges, generalmente femeninas y con alas, por el lugar donde suelen representarse (capiteles de las portadas o del arco triunfal) y por su contexto (cerca de representaciones de grifos), tienen el valor de vigilantes míticos, fuera de cualquier sentido amenazador o de castigo. En este caso las esfinges románicas se asimilan con las egipcias que, dispuestas en doble fila, solían guardar la entrada de los templos…” (cf. Manuel GUERRA, cit., p. 269. Sobre la presencia de la esfinge en el arte románico y gótico, y también cf. DEMISCH, Heinz. Die Sphinx. Geschichte ihrer Darstellung von den Anfängen bis zur Gegenwart. Stuttgart: Urachhaus, 1977., pp. 132-157).
Después fueron apareciendo otras que habían ido pasando desapercibidas:
Basílica de San Vicente. Ávila. |
Basílica de San Vicente. Ávila. |
D. Jesús
Herrero Marcos en su obra Bestiario Románico en España lo resume con gran precisión:
“Lo cierto es que en el románico también domina un poco este significado de estranguladora inquisitorial, dispuesta con su presencia, sobre todo en capiteles de portadas y torales, a no dejar pasar a nadie que no cumpla con el requisito de entrar en el recinto sagrado con el corazón libre de cargas perniciosas. Al mismo tiempo cumple también así su misión tradicional de los orígenes, que es la de vigilar los lugares destinados al culto y a los rituales sagrados. Normalmente las veremos con alas de águila y excepcionalmente con cola de dragón, …”
Iglesia de San Juan del Mercado. Benavente, Zamora. |
Iglesia de Santa Marina. Villanueva de la Torre, Palencia. |
Aparecían en portadas y en
interiores.
Iglesia de Moradillo de San Esteban Protomártir. Moradillo de Sedano, Burgos. Portada. |
Iglesia de Moradillo de San Esteban Protomártir. Moradillo de Sedano, Burgos. Portada. |
Iglesia de Moradillo de San Esteban Protomártir. Moradillo de Sedano, Burgos. Portada. |
Iglesia de San Esteban Protomártir. Moradillo de Sedano, Burgos. Capitel interior. |
La imaginación
era tan poderosa, tan importante que llegó a imperar sobre la propia
realidad. Esto es fácil de entender, a
estas alturas tenemos que estar de acuerdo en que, en el mundo de la simbología,
la imaginación es la fuente más utilizada para difundir la idea contenida
dentro del símbolo. Después vendrán los conocimientos propios de cada
observador, pero muchas veces contaminados por la imaginación de espectadores
anteriores que lanzaron su opinión.
Iglesia de San Vicente. Pelayos del Arroyo, Segovia. |
En esta conformidad, los siglos
siguen transcurriendo y la esfinge, por supuesto ya identificada exclusivamente
con la criatura alada y femenina, se caracteriza por tener el rostro cándido de
la virgen, las alas de ave y el cuerpo de león, aspecto triforme este que
“es el que adopta la ignorancia, mal que tiene un triple origen: el ingenio leve, la suave voluptuosidad y el corazón soberbio”. Emblemática, Andrea Alciato, emblema CLXXXVII. Siglo XV.
Iglesia de La Asunción. Tardajos, Burgos. Hoy en el Museo de Burgos. Fotos de Internet. |
Iglesia de San Vicente. Vallejo de Mena. Burgos. |
Así pues, como
han visto distintos intérpretes, se establece el discutible convencionalismo de
que el rostro de la virgen simboliza la voluptuosidad; la parte de ave que
tiene este ser híbrido, el ingenio leve; y su parte de león, la soberbia.
“Por tanto, lujuria, trivialidad y soberbia son los tres elementos constitutivos de la ignorancia y, por ende, del ser que la representa”. Cristóbal MACÍAS VILLALOBOS, op. cit.
Iglesia de Nuestra Señora del Valle. Monasterio de Rodilla, Burgos. |
Iglesia de Nuestra Señora del Valle. Monasterio de Rodilla, Burgos. |
Iglesia de Nuestra Señora del Valle. Monasterio de Rodilla, Burgos. |
Ya a finales del siglo XIII comienza a denominarse esfinge a cualquier cara de mujer con rostro especialmente serio, enigmático, circunspecto.
Decíamos al principio de esta entrada que la esfinge ha sobrevivido con elegancia hasta nuestros días, y cualquier curioso observador que pasee por ciudades españolas y europeas puede darse de cara con ellas. En todos los casos mantienen su simbolismo original, aunque parezca que son simples elementos ornamentales.
Esto es así principalmente
desde el siglo XIX, que fue quizá otra de las épocas de más esplendor del mito
de la esfinge, sobre todo en la pintura y literatura, siendo el momento del enfrentamiento
entre Edipo y la criatura lo que más llamó la atención. Pero es más fácil
contemplar las representaciones escultóricas en edificios oficiales, palacios,
parques y jardines.
Esfinge que adorna la plaza de Medina del Campo de Segovia |
¿Decimos que
tienen valor de guardianas? Tal vez sea el caso de las de la portada del Museo
Arqueológico Nacional, que custodian el paso a ese templo de cultura que hay
tras ellas.
¿Indicamos que
tienen valor de defensa simbólica de lugares? Pudieran tenerlo las colocadas en
portadas y capiteles de iglesias mdievales.
¿Señalamos que
tienen valor representativo de algún enigma? Sin lugar a duda las que mandó
colocar la condesa-duquesa de Benavente y Osuna en los jardines de la Quinta El
Capricho, que aún hoy suscitan dudas entre investigadores y estudiosos.
¿Y qué hay del
posible valor decorativo? Cualquiera, nos pongamos como nos pongamos, no dejan
de ser un atrayente motivo de adorno. Ya lo era hace miles de años.
Artesano egipcio trabajando en una esfinge de oro, hacia el año1380 a.C. Pintura Mural de una tumba de Tebas. |
Pero no olvidemos su origen milenario y evolución
repetida siglo tras siglo, ni dejemos de lado que en la contemplación de un
símbolo, el primer nivel que actúa es el físico (“veo un león con alas y cabeza
de mujer y nada más que eso”); después, el nivel intelectual de los
conocimientos adquiridos y acumulados (“eso es una esfinge); y, por último, el
nivel de la imaginación y la intuición (“los egipcios ponían esa criatura para
guardar las tumbas reales, por analogía opino que aquí también está guardando
algo). No nos libraremos de interpretar a poco que pensemos.
Lo cual nos lleva nuevamente a las tres reglas
de oro: mirar con detenimiento, saber que nadie daba puntada sin hilo y aceptar
que hay tantas interpretaciones como intérpretes, aunque la solución más
sencilla suele ser la correcta.
Parafraseando a D. Jaime Cobreros, consumado estudioso y autor de varios libros que versan sobre el románico,
"todo
símbolo responde siempre, y responde en el nivel de quien lo interroga".
Antonio García Francisco.
Colmenar Viejo, noviembre de 2021
Fotografías de Pedro Lozano Huerta y propias.
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