En una entrada reciente en este mismo blog, nuestro querido
Antonio García Francisco nos decía que “el símbolo no es algo privativo del arte Románico”. Los símbolos
de los que habla esta entrada están, efectivamente, muy lejos del románico;
pero también puede aplicárseles aquello de que: “hay tantas interpretaciones
como observadores” o “nada es casual”. La autora de estas líneas está feliz por hablar
de estos símbolos en un espacio tan entrañable como el blog de Radio Cangas Reconquista,
porque siente que así, abre un poco las puertas de su casa a sus seguidores. Aquí
descifra para ellos, los principales mensajes ocultos en los símbolos de su facultad con las claves de la geología, que es la ciencia que le apasiona.
Los dos edificios de la
facultad de geología de la Universidad de Oviedo están en el céntrico barrio de
Llamaquique de Oviedo y seguro que no dejan a nadie indiferente. El que se
reconoce más fácilmente es el más grande, el que llamamos “departamental”, donde
están los despachos de los profesores y también algunos laboratorios.
El otro edificio del conjunto, el pequeño, es el aulario. Casi está escondidito detrás del mazacote departamental.
El edificio del aulario es muy especial: no se distinguen plantas, el tejado tiene varias alturas de formas triangulares rematadas por un vértice con una especie de sombrerillo, los ventanales son enormes y están en diferentes planos. Extraños compañeros, estos dos edificios antagónicos...
Cuando se accede al interior
del aulario, no se puede negar que la sensación es brutal.
Paredes gruesas de hormigón, surcadas por unas enigmáticas rayas verticales, las vigas dibujando formas de triángulo y huecos abiertos en la pared sin más contemplación, aumentan esta sensación, que nos produce la exposición directa de los elementos de construcción como peculiar decoración.
Dentro, el espacio es aún
más impactante.
La impresionante rampa en espiral que todo lo envuelve, los paneles decorativos enormes de hierro oxidado que incorporan muestras geológicas, un mosaico fuertemente abstracto que cubre el suelo y los asientos cúbicos aumentan la sensación- lo reitero: brutal- del mismo hormigón visto con sus rayas verticales, las vigas expuestas y hasta del Viroterm® del techo que nadie recubrió. La luz natural entra fuerte por unas ventanas que no dejan ver qué hay afuera porque están allá arriba, como en el tambor de una cúpula.
Los edificios son obra del
arquitecto Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 -
Oviedo 29 de junio en 1984), uno de los principales exponentes del estilo
brutalista en España, y se construyeron a finales de los años 60 del siglo
pasado. Además de Álvarez Castelao, aportaron obras de arte para decorar los edificios,
artistas tan importantes como Antonio Suárez y Joaquín Rubio Camín. Estos
autores consiguieron en la facultad de geología, aunar la funcionalidad y el
simbolismo de forma magistral.
Y, efectivamente, los dos
edificios son antagónicos en su forma externa y en lo que representan.
El edificio departamental, robusto, prismático, frío, representa al mundo mineral, estático, limitado por caras planas y formado por la repetición periódica de unidades idénticas. Sin embargo, el pequeño edificio del aulario con su forma en espiral y dinámico, representa al mundo de lo “vivo”. Vivo, pero con matices, porque es un edifico pensado para ser facultad de geología y los seres vivos no son directamente objeto de estudio de la geología.
Y es que, si lo vemos desde
arriba, por ejemplo, desde la venta de mi despacho en el edifico departamental,
descubrimos una vista absolutamente maravillosa del aulario.
Las aulas, de planta triangular, van haciendo la espiral en torno al espacio central del aulario; pero la espiral no es curva, sino que su contorno es poligonal, no redondo, como otros edificios similares de Castelao. Porque este ser que representa el aulario no está ya vivo, está fosilizado, ha pasado a formar parte del mundo mineral y ahora ya es objeto de estudio de la geología. Ambos edificios están unidos, tocándose, conectados íntimamente por un tejadillo. Por desgracia, no se conserva el original, que estaba lleno de significado y expresaba el acortamiento de la distancia entre ambos mundos: el mineral y el biológico.
Efectivamente, la forma del edificio del aulario está inspirada en el fósil de un cefalópodo con concha en espiral. En una de las esculturas de Rubio Camín que adorna la pared del aulario está la clave. Ahí está para quien lo sepa ver: el edificio del aulario es un ammonites fosilizado.
Los ammonites son importantes para los geólogos, porque son fósiles guía: han evolucionado tan rápido y han fosilizado tan intensamente, que cuando aparecen en un estrato rocoso, nos permiten saber de qué época geológica es ese estrato y, observando las adaptaciones al medio que han sufrido los ammononites, podemos saber cómo era el mundo en el que vivieron; es decir, cómo era la Tierra entonces.
Internamente, su concha está tabicada formando cámaras. El centro, que recibe el gráfico nombre de “ombligo”, es la cámara embrionaria. Cuando el animal va creciendo, fabrica su concha. A partir del ombligo, desarrolla una primera cámara en la que vive, sacando su cabeza y sus tentáculos cuando es necesario. Cuando crece, genera otra cámara mayor donde habita y abandona la anterior tabicándola para separarla de la nueva. Y a medida que crece, genera más y más cámaras de habitación abandonadas, formando una espiral y pasa a vivir en la última, la más externa, que es la mayor. Conectando las cámaras, dibujando la misma espiral, hay un canal, que llamamos “canal sifonal” (de sifón), que permite la entrada y salida de agua a las cámaras para controlar el movimiento del animal, que se hunde, emerge o se propulsa llenando y vaciando con agua las cámaras abandonadas.
Y todo eso está representado
simbólicamente en el edificio. Si nos acercamos al centro del fantástico
mosaico del suelo, vemos su tesela central:
¡Que es redonda, recordando la forma globular del embrión que vivió allí un día hace millones de años!
Y justamente encima, muy
arriba, en el techo: otro redondel; esta vez de hierro:
En el punto más alto de la bóveda, el punto del que irradian las vigas que evocan los tabiques de las cámaras de habitación del ammonites. Y van cayendo esas vigas hacia las aulas, de planta triangular, como triangulares son (aproximadamente) las trazas de las cámaras de habitación del ammonites. Además, las aulas van siendo progresivamente mayores desde el ombligo hacia afuera, como mayores van siendo las cámaras que habita el animal a medida que crece y va generado su concha.
Las aulas (las cámaras de
habitación) están conectadas por su “canal sifonal”.
Los edificios de la facultad
de geología esconden muchísimos más mensajes. La vida marina en torno al
ammonites en las vidrieras (por desgracia irrecuperablemente perdidas):
Las leyes de la mineralogía en
este panel de Rubio Camín:
Las características propias de los cristales en este otro:
Una mina de carbón asturiana aquí:
Una imponente duna de arena que avanza y crece en otra pared:
La fosilización y la paleontología en el mismo panel que nos descifra la clave del edificio:
Incluso, en el edificio departamental, un mosaico que esconde y que enseña a la vez un microscopio para observar las rocas:
¿Quién no lo ve? ¿Quién podría no querer descubrirlo?
.
Ángeles Fernández
Escrito el día de San
Alberto, patrono de los científicos, del año 2021.
Muy interesante. Conocí el edificio en mi época universitaria, cuando, además de asistir a mi facultad, por curiosidad, amistad con estudiantes de otras carreras o incluso por ver cómo eran de guapas las estudiantes de otras facultades, visité otras facultades. Siempre me pareció un edificio curioso y simbólico. Gracias por las explicaciones.
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario! A parte de alegrar la pestaña, las visitas a otras facultades cuando somos estudiantes univeritarios son siempre enriquecedoras y favorecen la vida académica. Después, tenemos la suerte de que los edificios siguen ahí y podemos visitarlos cuando queramos; para recordar los viejos tiempos o para descifrar las claves que entonces sospechamos y ahora somos capaces de comprender. ¡La invitación para venir a la facultad de geología es permanente!
ResponderEliminarFantástico tu trabajo, Geli. El arquitecto y sus colaboradores desarrollaron una gran imaginación propia de los maestros constructores de otras épocas y ahí dejaron su mensaje para que fuera descubierto por quien preguntara al edificio el porqué de sus formas.
ResponderEliminarY por suerte, fuiste tú quien preguntó y digo por suerte porque el símbolo siempre responde y lo hace en el mismo nivel de quien pregunta y tú has demostrado lo altísimo que es el tuyo.
Gracias por tu aportación, se disfruta mucho leyéndola y ojalá llegue a todos los que transitan por el edificio para que lo admiren en todo su valor.
¡Gracias maestro! Es curioso ver cómo los distintos saberes van dando la mano al arte y se van impulsando juntos. Cuanto más sabemos, más vemos; y cuanto más vemos, más queremos saber. Y así, vamos descifrando las respuestas de los símbolos. No dejemos nunca de preguntarles, que es verdad que se disfruta mucho aprendiendo a leer.
EliminarEstudié en esas aulas entre 1982 y 1986. Me ha traído muchos recuerdos. Uno de ellos fue el año creo 1984(?)cuando hubo que desalojar el edificio de departamentos por riesgo de hundimiento.
ResponderEliminarGracias
Gracias por el comentario José Luis. Efectivamente, esta maravilla se ha construido en un terreno particularmente problemático desde el punto de vita geotécnico. Por este mismo motivo, el Edificio Administrativo de Servicios Múltiples del Principado de Asturias, que está justo delante, fue durante muchos años un enorme agujero medio inundado en un solar vallado que recordamos los que tenemos una cierta edad. Los edificios de Geología se tuvieron que desalojar casi corriendo y fueron sometidas a refuerzos arquitectónicos importantes, así que confío en que ahora sean seguros.
EliminarLas cicatrices de las grandes grietas que se abrieron en los muros están todavía ahí y nos recuerdan, como símbolos insospechados y un poco dramáticos, que los geólogos somos necesarios también para caracterizar adecuadamente los suelos que sobre los que se va a edificar.