El mes de agosto en Asturias está
marcado por una fecha. Una fecha que nos hace retrotraernos en el tiempo y
llevarnos a nuestros años mozos y recordar aquella pregunta que les hacíamos a
nuestros padres de… ¿Puedo ir a les piragues? Ir a este evento significaba que
ya eras mayor y la prueba de que tus progenitores confiaban en ti. Una fiesta
que aglutina a miles de personas en poco más de 20km y la hace ser la prueba
deportiva por antonomasia en Asturias.
El Descenso Internacional del
Sella con los años se ha convertido en algo más que deporte. Es el punto de
encuentro de miles de palistas que ponen esta fecha en el calendario con mayúsculas. El Descenso del Sella ha servido como nexo de unión entre pueblos
de distintos orígenes y naturalezas. El Descenso del Sella corrige ese defecto
humano tan difundido de la ignorancia al prójimo y hermana por un par de días a
comunidades, personas y culturas; solo hay un fin y es bajar el Sella. Los más
afortunados, los palistas, verán desde sus piraguas, enormes masas de gentes
ataviadas con los tradicionales y carismáticos atuendos que solo se ven el
Sella, personas que no dudaran en meterse en el mismo río con el afán de animar y de lanzar peculiares vítores.
Los menos afortunados, miles de
nosotros, tendremos la oportunidad de recorrer el tramo vial a lomos de
monturas de un solo uso, efímeros trenes "selleros" o cualquiera cosa que nos
lleve en peregrinación camino de la desembocadura.
El descenso del Sella te
transforma, sus aguas sustituyen el líquido elemento de tus venas y te atrapa; estás perdido. Sin querer, a golpe de gaita, de ruidos, formas y colores, de
gritos, de himnos, de idiomas, te inunda y entonces te das cuenta de que, por unas
horas, dejas de ser lo que eres para convertirte en uno más de lo miles que poco
a poco se sumergen en las aguas del Río Sella.