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jueves, 14 de abril de 2022

Una representación románica de la Última Cena.

 

Jueves Santo.


Hoy se conmemora en el mundo cristiano-católico la Santa Cena del Señor con sus discípulos y me parece que pudiera ser adecuado comentar una representación de hace casi mil años. Es un bajorrelieve situado en la fachada principal de la iglesia románica de San Pedro de Tejada, en Puente Arenas, (S. XII), que para mi humilde saber y entender puede que sea del románico más puro de la provincia de Burgos.

Este bajorrelieve contiene, en un espacio mínimo, un tremendo mensaje que tal vez los aldeanos y las mentes sencillas de aquellos días entendían a la primera, pero que con el transcurso de los siglos se nos ha ido perdiendo la capacidad de comprenderlo. Es una suposición mía que antiguamente “miraban y veían” estos mensajes, pero hoy “miramos y no los vemos”. Suponiendo que miremos con interés en descubrir algo, claro está.

 Me explico. Primera regla: al canecillo y al capitel, del derecho y del revés le has de ver.

Hoy, gente instruida que somos del siglo XXI, (y como me gusta decir en broma, casi del XXII), al contemplar este documento escrito en piedra, vemos tres figuras en una mesa y, acto seguido, las identificamos con la Última Cena de Jesús en Jerusalén durante la Pascua de hace dos mil años.


Fácilmente entendemos que en el centro está Jesús, a su derecha está Judas y a su izquierda Juan, el discípulo amado, quien tiene algo en su mano izquierda, probablemente un libro. Sí, definitivamente es un libro.

Sobre la mesa hay dos peces en sendos platos y bajo el tablero, los pies descalzos de los tres personajes. Es fácil entender el pasaje, todos conocemos que San Juan apoyó su cabeza en el pecho de Jesús y le preguntó que quién le iba a traicionar, a lo que Jesús respondió que aquél a quien daría pan mojado en salsa. Y eso es lo que hay ni más ni menos.

Analicemos más profundamente, ya sabemos que la segunda norma (mi segunda norma) dice que nadie daba puntada sin hilo.

Tras una mirada un poco más atenta lo primero que “vemos” es que la escena la componen los versículos del Evangelio de San Mateo, capítulo 26, aunque por simplificar me voy a remitir a los 25 y 26 del capítulo 13 del Evangelio según San Juan:

“25: Él (Juan) recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: Señor, ¿quién es?

26: Le responde Jesús: Es aquel a quien yo dé el pan que voy a mojar. Y mojando el pan, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.”

Pero vamos más allá.

¿Por qué están cenando descalzos?

No es cuestión baladí, a mi entender es el versículo 5 del mismo capítulo: 

“Durante la cena […] se levantó de la mesa, se quita sus vestidos, y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en un lebrillo, y se puso a lavar los pies de los discípulos, y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.” 

Los pies desnudos están insinuando al observador ese lavatorio, pues la escena del pan mojado en salsa está relatada a continuación.

¿Por qué hay peces en la mesa, si la costumbre parece ser que era que hubiese cordero?

Aquí vamos a hilar fino respondiendo a dos preguntas. La primera, ¿no es cierto que a Cristo se le representa desde los primeros tiempos con un pez, el ICHTUS o ICHTH de los primeros cristianos? 

Y la segunda, ¿no es cierto que en esta Cena se instituyó el sacramento de la Eucaristía?

 Mt 26,26:

“Y comiendo ellos, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo.” 

Mc 14,22-24

“Y estando ellos comiendo, tomó Jesús pan, y bendiciendo, partió y les dio, y dijo: tomad, esto es mi cuerpo.”

Lc 22,19

Y tomando el pan, habiendo dado gracias, partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado: haced esto en memoria de mí.

Pues tal vez ahí haya una clave; aunque lo que Jesús ofrecía era el pan según los escritos evangélicos, simbólicamente tenemos servido encima de la mesa el Cuerpo del Cristo Simbólico de los primeros cristianos, el pez, ofrecido como manjar principal en la cena ritual. 

En la revista CLIMAX, 24 de marzo de 2016, escribe Jacqueline Goldberg: 

        “En su libro Jesús de Nazaret, el Papa emérito Benedicto XVI señala que existe una contradicción entre las fechas de celebración de la Última Cena que propone el evangelio de Juan y los de Marcos, Mateo y Lucas. Concluye que no ocurrió la primera noche de la pascua judía —como siempre se asumió— sino un día antes.

No quedó relatado con exactitud qué se degustó en la más célebre cena de la Humanidad. Antes de la renovada visión de Joseph Ratzinger, se aseguraba que, por ser Pesaj -pascua judía- hubo pan ácimo, hierbas amargas, cordero y vino. Pero si la Última Cena ocurrió en la víspera, no pudo haber carne de cordero sino de pescado y hay quienes especifican incluso que se trató de anguila. Acotan los teólogos que por la premura habrían servido también potajes de verduras, granadas, uvas, higos, queso de cabra y aceite de oliva.”

         Un poco forzado porque lo más probable es que se comiera el cordero pascual, Cordero de Dios, pero nuestro anónimo escultor se inclinó por el pez, seguro que porque conocía y quería recordar la “cena pura” de los judíos los viernes, previa al Sabbath. O simplemente, porque sea más gráfico, estético y fácil de representar un pez que una paletilla o un costillar de cordero. Está claro que entra en juego la tercera norma: hay tantas interpretaciones como intérpretes.

Quien me conoce o me sigue en estas entradas de blog de Radio Cangas Reconquista sabe mi opinión: cuando en una escultura o pintura románica aparece alguien con un libro en la mano, mi interpretación es que nos quiere transmitir que lo que se cuenta en la escena está sustentado en algún texto de reconocido prestigio. En este caso, no hay que devanarse mucho las entendederas, pues hemos partido de la base de que estamos ante una representación de la última Cena narrada en los Evangelios canónicos.

Pero, y aquí viene un poco la controversia, ¿qué significa el libro cerrado? ¿Qué diferencia hay entre un libro cerrado o un libro abierto, pues de las dos formas solemos encontrarlo?

Hay autores que afirman que el libro cerrado representa la historia que todavía no se ha escrito y está por venir. Respetuoso con ellos, véase mi tercera norma, opino algo diferente, aunque la conclusión pueda ser la misma. 

Para mí, el libro cerrado es una imagen del Antiguo Testamento, la Ley Mosaica que se termina. El libro abierto es el Nuevo Testamento, la Nueva Ley que comienza. Es como si en esta Santa Cena se estuviera dando carpetazo a lo antiguo porque se va a iniciar lo nuevo. El resultado es el mismo, pero el razonamiento es diferente.

Cabe decir, antes de cerrar este apartado, que está claro que el brazo de Juan es la prolongación del brazo de Jesús. ¿Querrán decirnos algo con esto? ¿Será la mano del Maestro la que guíe o mueva la del evangelista y escriba lo que está por venir o la que está cerrando el libro de lo que escribieron antes de su llegada? Principio de la parsimonia y segunda parte de la tercera regla: en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable, y está claro que en este caso lo más sencillo es reconocer que es la mano de Jesús la que ha cerrado o la que va a abrir el libro y que si se acaba lo antiguo es porque comienza lo nuevo. Está escrito acerca de Juan este pasaje que

 

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.

No me queda más remedio que admitir que en casos de interpretación no hay normas rígidas. Me inclino por pensar que el libro es el Evangelio de San Juan acabado y cerrado.

Y ahora, lo más extraño: ¿por qué Judas lleva nimbo/aureola de Santo y San Juan no lo lleva? ¿Por qué Juan está adormilado y Judas está despierto, comiendo el pan y cogiendo el pez como si tuviera prisa para irse a cumplir algo tan urgente que se tendría que comer el pez por el camino si no quería irse esa noche a la cama sin cenar?

Vayámonos a los documentos.

Juan 13,26:

 “Lo que estás haciendo, hazlo pronto”

Evangelio gnóstico de Judas: 

“47 …respondió (Jesús a Judas) y le dijo: tú te convertirás en el décimo tercero y tú serás maldecido por las demás generaciones – Y tu regirás sobre ellos, en los últimos días, ellos te maldecirán por tu ascenso a la generación bendita”.

“57 “Pero tú los adelantarás a ellos, te quitarás la ropa por mí así y te sacrificarás por mí. Ya tu trompeta ha sido levantada, tu rabia ha sido encendida, tu estrella ha mostrado su brillantez y tu corazón ha sido… [falta un renglón].

Claro, el de Judas es un evangelio no admitido ni reconocido por la Iglesia, pero no olvidemos que es de la misma época que los admitidos y que los canteros los conocían, ya lo hemos visto en otras ocasiones.

No me quiero meter en un jardín, pero hay una corriente de historiadores o pseudohistoriadores, como queramos, que, como hoy nos gusta decir, defiende una teoría “conspiranoica” que no es lugar éste para analizar, consistente en mantener que hubo un acuerdo entre Jesús y Judas para que se produjera “la traición” (la cosa no es tan sencilla como parece, son muchas páginas explicándolo). 

Sea como sea, si hubo acuerdo o no, un poco al hilo de esta corriente, mi opinión personalísima, y ya he dicho muchas veces que hay tantas interpretaciones como intérpretes, Judas es la figura clave de la fe cristiana. Sin Judas no hubiera habido Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, y recordemos con San Pablo que 

“si no creemos que Cristo resucitó, vana es nuestra fe” (1Corintios 15,14)

         y que sin Judas jamás hubiera habido Resurrección y, por tanto, siguiendo de una manera muy simplista a San Pablo, tampoco habría fe. 

La secta denominada de los cainitas, sostenía que Judas, al traicionar a Jesús había hecho una buena obra pues así había permitido la salvación. Tal postura quedó registrada en el manuscrito antes citado, el Evangelio de Judas, que registra asimismo varias conversaciones entre este personaje y Jesús. El obispo Irineo de Lyon, hacia el año 180 d.C, confirmaba la existencia del texto y declaraba ya que era una herejía que le daba a Judas un mérito por su papel de traidor.

La misma ley judía declaraba maldito a quien muriera colgado, con lo cual, el ahorcarse era sólo la última y más irremediable de toda una serie de decisiones tomadas por Judas basadas en la codicia, la envidia o la desesperación, pero no olvidemos que en los Hechos de los Apóstoles se intenta quitar esa losa puesta encima de este personaje y nos da una visión diferente de su muerte:

16 Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas,

18 Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron.”  (Hechos 1,16-19) 

 

Mala muerte cualquiera de las dos, ahorcado o despeñado, pero en esta segunda versión canónica ya no se habla de suicidio y mucho menos de ahorcamiento, con lo que se levanta a Judas la losa de la maldición judía.

 Por otra parte, Santa Brígida, monja y vidente del siglo XIV, aseguró que, en una de sus visiones, Jesús le permitió hacerle una pregunta, acerca de cualquier cosa que ella quisiera conocer. Ella preguntó “¿Se salvó o se condenó Judas?”, sin saber que la misma pregunta hizo otra vidente, Santa Gertrudis, un siglo antes. La respuesta fue la misma: “¡Si supieras lo que tuve que hacer para salvarlo!”.

            Y a lo mejor aquel escultor anónimo pensó algo parecido y consideró a Judas un santo, o pertenecía a una corriente gnóstica que pensaba este extremo y obró en consecuencia con su idea. O simplemente que conocía el texto gnóstico tantas veces citado.

O como suelo decir cuando acabo una interpretación, a lo mejor es que al artista le pareció más bonito así, Judas con nimbo y Juan no porque no quería estropear la estética del vestido de la figura principal. Siempre nos quedará la duda: ¿por qué Judas es tratado como santo y San Juan, no. Me aferro a mi línea: sin Judas no existiría la Pasión, Muerte y resurrección de Jesús y San Pablo no podría referirse a su célebre versículo: “si Jesús no resucitó, vana es nuestra fe”.

Antonio García Francisco.

Madrid, Jueves Santo de 2022


 


 





4 comentarios:

  1. Con el alma maldita por venderte,//
    estoy en este infierno condenado//
    por hacerte sangrar en el costado.//
    No puedo, buen Jesús, dejar de verte. //
    Por sentirme culpable de tu suerte,//
    el corazón, sangrante, llevo//
    ahorcado del palo de tu cruz, //
    ¡Maestro amado! Y éste será el estigma de mi suerte. //
    Mas, tú resucitaste, Señor mío, //y yo sigo aterido por el frío de un eterno desdén, incomprendido. //
    Pero tú sabes, Dios, allá en tu gloria,//
    que mi traidora acción, aunque irrisoria //
    Era un pacto con Cristo… y he cumplido.

    Decir: “Con el alma maldita por venderte, estoy en este infierno condenado”, deja en claro que Judas no siente estar condenado por la venta, ni siquiera por el descreimiento, sino por el terrible secreto que guarda del mesías, a saber, que se necesitaba un hombre específico y maldito para redimir a todos los hombres.

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  2. http://saludyromanico.blogspot.com/2009/08/mesa-para-tres.html

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  3. "Judas era un instrumento de Dios: sabiendo que las potencias hostiles querían impedir la Pasión que iba a permitir la salvación de los hombres. Judas sólo traicionó a Cristo para servirlo" (Texto gnóstico).

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  4. Antonio García Francisco13 de noviembre de 2022, 19:39

    Hola, Baruk, me alegra mucho que hayas leído la entrada, de verdad que es un honor. En ese mismo sentido se pronuncia acerca de Judas el historiador y gran maestro masón francés Robert Ambelain en alguno de sus libros, y es impresionante cómo lo argumenta.
    Saludos cordiales.

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