Aunque
probablemente fueron muchas personas las que intervinieron en los hechos que
terminaron por reconocer el exmonasterio de San Pedro de Villanueva como
monumento nacional, entre ellas S.M el Rey D. Alfonso XIII que firmó la Real Orden
del 31 de julio de 1907, publicado en la Gaceta de Madrid (origen del BOE) el 6
de agosto del mismo año, destacan especialmente dos asturianos y un madrileño
que fueron quienes movieron los hilos en Madrid.
A
pesar de ser personalidades muy conocidas en su época, apenas cien años después
casi nadie sabe quien fueron, motivo por el cual vamos a dejar aquí una breve
reseña de sus biografías.
El
primer asturiano, afincado en Madrid, que aparece en nuestra historia es D. Julián
Suárez Inclán.
Natural
de Avilés, nació en 1848 en el seno de una familia acomodada que como mínimo
deberíamos decir que pertenecía a esa especie de la aristocracia local que se
daba en la España del siglo XIX. Su padre era abogado y diputado primero por
Oviedo y luego por Avilés Por los vaivenes políticos de la época sufrió
destierros, pero entre otros desempeñó cargos de Gobernador civil de Canarias y Cuenca, llegó a ser senador vitalicio, Subsecretario
de Gobernación y Ministro de Ultramar.
Todo apuntaba a que nuestro
hombre seguiría la carrera de la política, como hizo su hermano que fue ministro
de Agricultura, Industria, Comercio, Obras Públicas
y Hacienda, pero se inclinó por el Ejército ingresando a la edad de 14
años en la Escuela de Estado Mayor. Era una época convulsa y a
los 18 participó en la represión de la sublevación del cuartel de San Gil de
Madrid el 22 de junio de 1866, en la que se pretendía la destitución de Isabel
II, también conocida como la sublevación de los sargentos. Su comportamiento le
valió ser condecorado con la Cruz Roja de Primera Clase del Mérito Militar; a
los 19 años ya era teniente.
Al año siguiente
ascendió a capitán por méritos de guerra, las cosas fueron rodando, pero dato
curioso: en 1886 pidió una excedencia porque fue elegido diputado por Pravia,
pero el escalafón siguió corriendo y en 1892, con cuarenta y cuatro años de
edad alcanzó el empleo de coronel.
Se le pidió en 1895 que regresara al Ejército y accedió, fue
enviado a la guerra de Cuba como jefe
de Estado Mayor del Segundo Cuerpo de Ejército, donde demostró una vez más su
valía y al año de llegar fue ascendido a general de brigada. A los dos años
regresa enfermo a España y es ascendido a general de división, pero decide
dedicarse de lleno a la política como diputado por Pravia, cargo que renovó
durante muchos años.
Fue hombre muy activo y
presidió muchas comisiones parlamentarias de verdadero interés para España, no
de simple postureo para cobrar dietas. Escribió muchos libros de Historia y de
técnica militar y la Repúlica Francesa le conedió la Legión de Honor.
Para lo que interesa a nuestro tema, en 1900 asumió la
presidencia del Centro Asturiano de Madrid y ahí es donde le encontró la
solicitud del cura de Villanueva, en su cargo de presidente del Centro
Asturiano y diputado por Pravia.
El primer escollo
estaba salvado.
Nuestro segundo
asturiano ilustre con nombre propio en esta historia es D. Faustino
Rodríguez San Pedro Díaz-Argüelles, nacido en en Gijón en 1833, bisabuelo del famoso Rodrigo
Rato Figaredo, el expresidente del FMI y luego de Bankia, y de los ex
consejeros del Gobierno de Asturias Santiago
Menéndez de Luarca Navia-Osorio (Agricultura) y José María
Navia-Osorio García-Braga (Sanidad).
Su currículum es
también alucinante:
Abogado, empresario (accionista mayoritario de la fábrica de tejidos La Algodonera, en Gijón; de la Sociedad Fomento de Gijón, propietaria del puerto carbonero, y de la Azucarera de Veriña, introductora en España del cultivo de la remolacha azucarera, diputado por Gijón, por Alcoy y por Pinar del Río (Cuba); concejal del Ayuntamiento de Madrid, senador vitalicio, vicepresidente del Senado, ministro de Hacienda, ministro de Estado; presidente del Consejo de Administración de los Ferrocarriles del Norte que logró de Francisco Cambó, Ministro de Fomento, la electrificación del puerto de Pajares, desde Ujo a Busdongo.
Alcalde de Madrid. Una de las primeras disposiciones que adoptó desde el cargo fue la plantación de 50.000 árboles en los terrenos de La Elipa.
· En 1907 este hombre se nos desborda, ha sido nombrado ministro de Instrucción Pública –con Antonio Maura, y en este cargo es donde lo encuentra el cura de Villanueva para que dé impulso a su solicitud, cosa que indudablemente hizo. Es importante tener en cuenta que el diputado D. Julián Suárez negociaría con él la tramitación del expediente del monumento.
· Para demostrar su calidad humana y política, baste decir que dio decidida ayuda a la Institución Libre de Enseñanza a pesar de estar en desacuerdo con sus ideas.
Antes de acabar, diremos que creó la Escuela Superior del Magisterio
las de Ingenieros y Peritos Industriales, y la de Comercio; en Gijón también
creó la Escuela de Peritos Industriales y la de Comercio y fue reconocido como
hijo predilecto de la Villa.
El tercer personaje que
aparece en nuestra historia es D. Enrique Serrano Fatigati, madrileño de
padre valenciano y madre portuguesa de origen napolitano.
Su padre fue secretario del Rey, y aunque
le correspondía ingresar en la escuela de guardiamarinas, decidió estudiar
Física y Química, llegando a doctorarse en ambas materias. Estudió en el
instituto de Noviciado, hoy Cardenal Cisneros, del que fue catedrático, y luego
en la Universidad Central (la puerta de más arriba) donde se doctoró en Física
y Química. Antes de llegar al Cardenal Cisneros, fue también catedrático en Cuenca, La Coruña y Ciudad Real,
además de ingeniero de los ferrocarriles de la línea Madrid-Badajoz, lo que le
permitió viajar mucho y fijarse en los
monumentos de España, lo que le permitió escribir varias obras sobre muchos de
ellos.
En lo que interesa a nuestra historia, fue
nombrado en 1901 académico de turno en la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando y posteriormente secretario general desde 1904 hasta 1918, lugar donde
le encuentra la instancia del cura de Villanueva que le remitieron más que probablemente
los asturianos D. Julián Suárez Inclán y D. Faustino Rodíguez San Pedro. ¿Cómo
decir que no a otro académico como él y a todo un ministro de Instrucción Pública
siendo un atedrático de instituto?
Pues ahí tenemos la relación
causa-efecto. El cura de Villanueva supo elegir el momento más adecuado y
consiguió sus fines.
Para acabar, D. Enrique Serrano escribió infinidad de libros,
no solo de Física y Química, sino también de arquitectura medieval y gótica,
pintura, escultura, códices, filosofía, ingeniería, Historia, música, meteorología,
arqueología, historia natural, medicina, botánica, moda… Todo un hombre del
Renacimiento a caballo entre los siglos XIX y XX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario