Un personaje entrañable de mi infancia fue Pedro Botero.
Pedro Botero fue (o es, vaya usted a saber) un diablo ya famoso en la Edad Media, que ostentaba un cargo muy delicado, pues era ni más ni menos que el encargado de alimentar con fuego las calderas del infierno. Este personaje dio mucho juego en la escultura y, sobre todo, en la pintura románica; después también, pasados los siglos, en literatura, pues incluso D. Francisco de Quevedo le dedicó un pequeño cuento al darle protagonismo en su obra Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, al incluir una obrilla titulada La caldera de Pero Gotero que luego fue refundida en el Discurso de todos los diablos o infierno enmendado, en el capítulo El Entremetido y la Dueña y el Soplón, pág. 23, donde le denomina Pero Gotero para mostrarle en un tono desenfadado y jocoso.
Recuerdo, y por eso me parece entrañable, que hace muchos años la chiquillería cantábamos, me incluyo, en las procesiones de Semana Santa, concretamente el Viernes Santo por la mañana, una letra improvisada, que a mí me enseñó mi abuelo porque él ya la cantó de niño, una letra que "pegaba" con la música que iba tocando la banda municipal de mi lugar, y decía así "ya viene Pedro Botero con las uñas afiladas para llevarse a los chicos que se mean en la cama". O sea, que en vez de dar miedo lo tomábamos como un demonio familiar de andar por casa, como a Quevedo le gustaba.
Hoy, por recuerdo de la persona que me llevó a Abamia, la inolvidable Dulce María, me ha vuelto a la cabeza aquella visita y aquí traigo una representación de este demoñejo esculpida en la portada meridional de la iglesia de Santa Eulalia (prerrománica del iglo VIII transformada a románica en el XII): con ustedes, señoras y señores, ladies and gentlemen, el diablo Pedro Botero en su satánica persona atizando el fuego para dar tormento al alma que tiene en la caldera.
Más sencillez y más ingenuidad no se puede dar, basta con mirar a maese Pedro con sus brazos peludos y el fuelle, alimentando esa llama tan sencilla que caldea la caldera de arriba, donde se cuece un infeliz pecador, para entender cómo se expresaba el románico rural, el asturiano para más señas en este caso. Sencillez y expresividad al máximo, la idea del tormento eterno queda esculpida en la piedra y grabada en la mente y la memoria del observador.
Un diablo acarreando un alma a Pedro Botero. Santa Eulalia de Abamia. La tradición popular ve en el condenado al obispo traidor don Oppas |
Por cierto, y para quien no lo sepa, éste fue el lugar del primer enterramiento del rey D. Pelayo. Es, sin duda, lugar singular y con mucha historia acumulada en siglos que todavía tiene mucho que enseñar a pesar del maltrato que ha sufrido, principalmente en el siglo XX.
Antonio García Francisco.
Madrid, enero de 2023
Gracias Antonio. Estupendo como siempre.
ResponderEliminarGracias a ti, Tony Criado, por dedicar tu tiempo a leerlo.
ResponderEliminarMe encanta el románico .
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