A lo largo de la historia del ser humano, su tendencia a la socializarse le ha llevado de pasar de aquellas tribus nómadas que persiguen su alimento de estación en estación, de norte a sur o viceversa, ha asentarse en pequeños y vetustos poblados donde el comienzo de la agricultura y la ganadería, terminó con ese humano errante y nació lo que a la postre se convertiría en las ciudades y pueblos que conocemos hoy en día. Aunque en estos tiempos estos últimos, los pueblos, son triste noticia
Estas construcciones evolucionaron de tal manera que fueron adquiriendo una serie de atribuciones que las diferencian unas de otras. Una de ellas eran los castros.
Venido del latín castrum, eran fortificaciones, que a partir del siglo VI antes de cristo comenzaron a expandirse llegando a su apogeo entre los siglos IV Y II.
Sus características construcciones y la naturaleza de sus pobladores les hacen resurgir como un elemento único y con una aureola de misterio que les han hecho, incluso, ser politizados. Como toda historia inacabada, revisiones posteriores alteran su pasado celta y ponen sobre la mesa nuevas conclusiones. Las recientes investigaciones han llevado a los arqueólogos a desechar ideas estandarizadas en cuanto a su estructura, sobre todo a partir del siglo IV a. Su estructura interna todavía hoy está abierta a debate y uno de los aspectos más controvertidos radica el la pirámide social que regía estas instalaciones.
Para hablarnos de ellos, tenemos a uno de los expertos más cualificados que lleva muchos años estudiandolos
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