No puedo negar que una de las profesiones de las cuales profeso uno de mis mayores respetos son las artes escénicas. Ya sean cantadas, habladas, tocadas o bailadas, la interpretación siempre me ha dado pánico. Cada vez que me pongo a ver una obra de teatro, una danza o, incluso, a los alumnos de la escuela de música, revive en mí algo tan inverosímil como es el miedo escénico: me imagino entre bastidores repasando la obra, me imagino dando vuelta, de aquí para allá, dándome cuenta que aquello que creía saber, de hecho, no sé nada, con lo que lo único que se me apetecería sería salir corriendo.
Amigo de Radio Cangas, el ser actor, representar un papel, un personaje, hace fluir habilidades que no están al alcance de todos nosotros. Las dosis de talento, creatividad y transmisión afloran mutando en alguien distinto, tan diferente que con su interpretación te puede hacer reír y llorar en una sola escena, te lleva a la preocupación en la siguiente para luego entrar en ese desenlace inesperado que en definitiva todos nosotros, los espectadores, buscamos y ese es el objetivo de todos aquellos que nos regalan su arte, mantenernos expectantes ante lo desconocido y hacer que seamos parte de ellos y su obra
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