Desde que la
escritura tomó el relevo a los mensajes ideográficos, es la base de todas y
cada una de las civilizaciones que nos han precedido y de aquellas que nos
sobrevivirán.
La comunicación escrita es el centro de todo.
La riqueza de un país era medida por su riqueza cultural y la escritura
representa la forma de expandirla, ampliando conocimientos y accediendo a
nuevas formas y pensamientos con lo que repercutió en la calidad y la cantidad
de ese mundo instruido sumando valor al propio país. Un país culto era un país
escrito y leído, por lo que resultaba un país civilizador.
En ese crisol de
ideas surgen escritores que nos relatan las crónicas de su tiempo, reflejando
con sus plumas la bondades y malicias, verdades o mentiras, historias paridas
de mentes inquietas que quedan plasmadas como obra escrita para beneficio de
todos, dando lugar a bibliotecas preñadas de estantes repletos de conocimiento.
La escritura, sean
novelas, cuentos, relatos o sonetos han sido testigos de tiempos de bonanza, de
hambre, guerras y sufrimientos, y gracias a ella, la escritura, nosotros
podemos leerlo, porque amigos de Radio Cangas, no me digáis que no existe algo
más emocionante, triste o romántico que vivir ese relato, ese verso, que las
páginas de un libro nos descubre con cada hojear nuestro.
Los escritores
evolucionan con el tiempo y los estilos literarios son el reflejo, quizás, de
un mundo cambiante que va al ritmo de una sociedad que se recicla
constantemente. Hoy hablaremos con un escritor que se enmarca en un género
nobel, minimalista al que los críticos, incluso, llaman mezquino.
Permítanme
presentarles amigos de Radio Cangas a Guillermo Martínez Collado
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