Seguro que si
hacemos una encuesta en la calle con la pregunta de qué es el arte, muchos de
nosotros, aparte de sorprendernos con la misma, no sabremos contestar de
manera concreta. El arte, bajo mi humilde punto de vista, es tan subjetivo y
abstracto que todos y cada uno de
nosotros lo percibe de formas diferentes. El arte es algo indefinido que hace
que nuestras sensaciones al primer contacto sean la impronta que nos quede, el
poso para bien o para mal con el cual viviremos a partir de esos momentos en espera
de que personas más sabias nos hagan cambiar de opinión y seguro que en muchas
ocasiones no nos lo hacen ver y quedamos igual o peor.
El ser humano a lo
largo de su desarrollo cultural ha experimentado con distintas formas de verlo.
Desde las primitivas pinturas de la cuevas hasta los exponentes más
vanguardistas del arte moderno, no deja de ser la expresión de un momento, de un sentimiento, de una
inquietud, de un estado de ánimo. Goya puede ser ejemplo clarificador de mis
palabras; a lo largo de su vida enfocó su obra a tenor de los avatares
políticos o sociales de la España del Siglo XIX: Los Caprichos, Los Desastres de
la Guerra, La Tauromaquia y Los Disparates, pero también su obra negra marca un
cambio que ha generado mucho debate.
El arte puede ser
cualquier obra y en cualquier momento. No depende de normas ni tiempos, ni
siquiera en donde esté expuesta: un lienzo, un mural, extraer la figura que la pìedra tiene escondida o, simplemente,
expuesto en nuestro cuerpo ya sea sobre nuestra piel en forma de pintura o en
colecciones de ropa.
Hace unos años Elena Urrutia en un artículo nos hacía
llegar esta reflexión:
El arte, la moda y la cultura se complementan entre
sí. La moda permite mostrar y percibir la cultura. El arte identifica y hace propia
la cultura; y tanto esta, como el arte, inspiran y le dan nuevos referentes a
la moda. Así que hay una relación estrecha entre las tres.
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