La Iglesia
Católica celebra el 26 de diciembre la festividad de San Esteban mártir, un
diácono de Jerusalén que fue acusado de blasfemia y condenado a muerte por
lapidación. Pero, ¿quién fue este santo que merece ocupar un día tan señalado
en la Navidad?
Lapidación de San Esteban. Iglesia románica de San Juan de Boí (Lérida) |
La única
referencia que tenemos de la existencia, vida y martirio de San Esteban, al
menos que yo conozca, nos la da el libro bíblico de los Hechos de los
Apóstoles en los capítulos 6 y 7, pero eso sí, con gran lujo de detalles.
En aquellos
días había discípulos cristianos de origen griego y de origen hebreo y, siempre
según esta fuente, parece ser que hubo controversia porque las viudas de los
primeros eran menospreciadas frente a las de los segundos, en el reparto de las
ayudas que la comunidad hacía a los miembros más necesitados de la misma, entre
ellos las viudas y los huérfanos. Un caso antiguo de prevaricación, podríamos
sentenciar.
Bien, el caso
es que la queja fue elevada a los apóstoles, los cuales fallaron que ellos no
podían dedicarse a estas cuestiones domésticas, porque eso supondría dejar de
lado la predicación de la Palabra de Dios, motivo por el cual decidieron
delegar el asunto en siete varones, que serían elegidos por la comunidad y
entre ellos estaba nuestro Esteban, de quien está asumido su origen griego por
su propio nombre, Stephanos, y de él se dice que era “varón lleno de fe y de Espíritu
Santo”.
Poco tardó
nuestro buen Esteban, “lleno de gracia y de potencia”, en realizar
algunos milagros y prodigios y menos aún tardó en granjearse las envidias y
odios de los judíos de las sinagogas “que se llama de los Libertinos, y Cireneos, y
Alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia” porque no podían
rebatirle a causa de “la
sabiduría y al Espíritu con que hablaba”.
No tardaron
mucho en recurrir a la vieja práctica, ya llevada a cabo con Jesús poco antes,
de buscar falsos testigos que le acusaran de blasfemia contra Dios, contra la
Ley, contra Moisés… contra todo lo que se les ocurriera en el momento, de
manera y modo que cogieron a Esteban y lo llevaron hasta el Sanedrín, reunido
en el Templo de Jerusalén, y allí a los testigos falsos solo les faltó acusarle
de que fumaba a escondidas. El libro de Hechos dice que en ese momento los
sanedritas, “puestos los
ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel”. ¿Una
licencia poética?
El caso es
que nuestro buen Esteban tomó la palabra, por invitación del príncipe de los
sacerdotes, y pronunció un largo discurso demostrando su inocencia, además de
los antecedentes que había de su comportamiento en las Sagradas Escrituras.
Pero parece ser que en el fragor oratorio se vino arriba al final y terminó
diciendo a los presentes (Hch 7,51-53):
“¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo (que hablaba por Moisés y los profetas)! ¡Como vuestros padres, así también vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que antes anunciaron de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado; vosotros que recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.”
Grave error
por su parte.
Claro, no hay
cosa peor que el hecho de que a uno le mienten a la familia; al diácono se le calentó la boca y la cosa acabó
como solían acabar estas cosas en aquellos días y en aquella sociedad: rabia,
rechinar de dientes, rasgadura de vestiduras, tapado de oídos, acusaciones de
blasfemia y, ya metidos en el calor de la situación, lapidación del bueno de
Esteban quien, en lugar de recibir una sentencia en regla pronunciada por el
Sanedrín lo que tuvo fue un linchamiento popular.
Así lo narra
el texto sagrado:
“…se precipitaron todos a una sobre él, se echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo y apedrearon a Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado. Y diciendo esto, se durmió.”
Aunque ya
conocemos algunas muestras escultóricas románicas del martirio de San Esteban en
Castilla y León (Sacramenia en Segovia, Corullón en León), en La Rioja
(Zorraquín), en Navarra (Irache), aquí hemos llegado al punto de explicar unos
capiteles historiados que representan la misma escena hagiográfica, la cual se
repite en Asturias en tres iglesias relativamente cercanas una a otra.
Nos trasladamos en primer lugar a San Xuan de Amandi, donde encontramos la escena de la lapidación del santo. No es por antigüedad del templo, es porque es el primero de los capiteles que tenía en la ruta trazada.
Portada de la iglesia de San Xuan de Amandi |
En el interior
de esta iglesia podemos contemplar el maravilloso espectáculo de un ábside y un
presbiterio formados y adornados por dos arquerías superpuestas que articulan
los muros, cuyos capiteles presentan escenas religiosas del Antiguo y Nuevo
Testamento, profanas, ornamentales, simbólicas… separados ambos cuerpos, ábside
y presbiterio por un arco en zig-zag tan propio del románico asturiano que,
junto con el de la portada, nos recuerda una vez más el distintivo de las aguas
bautismales: para pasar hasta el espacio destinado a Dios hay que hacerlo bajo
el símbolo del bautismo.
San Xuan de Amandi. Ábside y presbiterio. |
En la
arquería baja, tenemos nuestro capitel historiado: el santo está arrodillado en
el suelo y cuatro figuras con piedras en las manos para arrojárselas encima.
Dos de estos ejecutores están en cada lateral de la cesta del capitel, mientras
que los otros dos están en la cara central detrás del mártir. Esto último es un
recurso del maestro para dar relieve a su obra.
San Xuan de Amandi. La lapidación de San Esteban |
Para nuestra
desgracia, no sabemos si fue una “piadosa” mano o una mano vandálica la
que se ocupó de picar y borrar la cara tanto de tres de los apedreadores y la
del protomártir, quedando solo intacta la del personaje de la derecha, que
presenta un gesto absolutamente indolente. Poco podemos comentar salvo que, tal
como dice el libro de los Hechos, está arrodillado, mirando al espectador, recibiendo
las pedradas lanzadas por los verdugos, todos armados con las piedras que van a
arrojar y que, para resaltar más la escena, se pretende que se vea la lluvia de
cantos que cae sobre su cuerpo.
San Xuan de Amandi. Lapidación de San Esteban |
San Xuan de Amandi. Escena hagiográfica de la lapidación de San Esteban |
Lo lamentable de la acción de los vengadores anónimos es que hoy no podemos ver las facciones de los personajes que integra la escena, salvo las de uno, como hemos dicho. Una lástima, aunque cabe destacar que el protomártir, caído en el suelo, arrodillado, niega la mirada a los sayones y la dirige hacia el espectador, recordándonos el versículo 59:
“Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
A poco más de diez kilómetros hacia el Norte tenemos una escena similar en la iglesia de Santa María de La Lloraza.
Aquí el
capitel está en la portada occidental, en la columna más externa del lado
derecho, sujetando el arranque de la arquivolta superior. Está algo deteriorado
por la exposición a los elementos atmosféricos y es mucho más sencillo que el
vecino de San Xuan de Amandi, pero con la misma composición: el santo está
caído en el suelo en actitud rogatoria, lo cual nos lleva también aquí a los
versículos 59 y 60 de los Hechos de los Apóstoles:
La Lloraza. Iglesia de Santa Eulalia. Martirio de San Esteban |
Y apedrearon a Esteban, invocando
él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
Y puesto de rodillas, dijo con fuerte voz: Señor, no les tengas en cuenta este pecado.
Completando la escena, con el santo en escorzo para adaptarse a la ley
del marco, tenemos a su lado dos personajes, uno a cada lado, en pie y
ataviados con largas túnicas sujetan entre sus puños las piedras que están
dispuestos a lanzar.
La Lloraza. Iglesia de Santa Eulalia. Martirio de San Esteban |
Por último, a unos 40 kilómetros de Amandi -que fue nuestro punto de partida, viajando hacia Langreo, nos encontramos con la iglesia de San Esteban de Ciaño, donde también tenemos un capitel del martirio de San Esteban muy similar a los dos que ya conocemos, solo que de este está mucho mejor conservado por ahora y esperemos que para siempre.
Esta
iglesia solamente ha conservado de su fábrica románica las dos portadas. La del
lado Sur, entre otros elementos, cuenta con los rollos zamoranos ya
contemplados en San Esteban de Aramil o en Santa María de Lugás. Es en la del
lado Oeste donde tenemos nuestro capitel, también situado en el lado de la
derecha del observador.
Al igual que el de La Lloraza, presenta dos caras. Aquí
nuevamente encontramos a Esteban en el suelo, también con las manos en actitud
de oración y el cuerpo cubierto de piedras que le han lanzado los sayones que
aparecen junto a él, tres en una cara y dos en otra, mientras que en la arista
que las separa aparece una cabecita que se asoma con las manos apoyadas en un
alféizar para contemplar la escena. En mi imaginación (tantas interpretaciones
como intérpretes), pudiera ser un guiño, una referencia al versículo 58 del
tantas veces mencionado capítulo de los Hechos de los Apóstoles:
- ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!
Los verdugos del santo presentan rostros diferentes unos de otros, lo mismo que las vestiduras; sus gestos son también de indolencia mientras que esta vez, por lo bien conservado que está el capitel, podemos ver a un Esteban mirando al espectador delante de las dos figuras con las que comparte cara de la cesta, de manera que así obtiene volumen y profundidad.
Iglesia de San Esteban de Ciaño. Martirio de San Esteban |
Iglesia de San Esteban de Ciaño. Martirio de San Esteban |
Iglesia de San Esteban de Ciaño. Martirio de San Esteban |
Se ha especulado acerca del porqué de las representaciones del martirio de San Esteban a lo largo de la Edad Media y se concluye que el protomártir es un modelo de comportamiento para alcanzar la salvación. Posiblemente sea ese el motivo, pero no podemos olvidar también que San Esteban era y es el patrón de los canteros y albañiles y posiblemente, los maestros medievales quisieran honrar a su santo contándonos en piedra lo único que se sabe acerca de él: su martirio.
Nadie daba puntada sin hilo, recordemos, pero en la Edad Media no se desconocía que el discurso que pronunció ante el Sanedrín fue un completo alegato que afirma que Jesús es el Justo anunciado por los profetas; y esto era muy importante en una sociedad cuyas máximas aspiraciones eran la supervivencia y la posibilidad de ir al cielo tras el paso de la muerte, y tal vez ese sea el único y verdadero mensaje que se quiera transmitir con estas originales representaciones,
55 …pero Esteban, lleno del Espíritu Santo y puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios.
Así debieron verlo nuestros antepasados y aceptaron el mensaje lanzado por el diácono Esteban hace dos mil años, recado que fue relanzado y transmitido hasta hoy por los maestros anónimos de los siglos XII y XIII.
Para acabar, solo queda decir que hoy en día San Esteban es patrono de Roma, y además de los canteros, albañiles, mamposteros y talladores de piedra, como ya quedó dicho, lo es de los caballos, los mozos de cuadra, cocheros, tejedores, sastres, toneleros. También ejerce de protector contra la obsesión, las piedras y cálculos renales y biliares, la pleuresía, los dolores de cabeza y es un eficaz mediador para pedir una buena muerte.
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