Creo que no me
equivoco si afirmo que a todos nos gusta ir al monte, disfrutar de su grandeza
y sentirnos tan pequeños ante la magnitud de sus formas, sonidos y colores.
La verdad es que,
como ya hemos mencionado alguna vez en este espacio, desde que el ser humano
dió la espalda al bosque y sus habitantes, hemos comenzado un declive tan
acuciado que solo nos traerá aquello a lo que parece que solo tememos que es
nuestra propia destrucción, nuestra autodestrucción.
De seguro que
nuestro planeta nos lo agradecería, pero nuestra forma de tratar a la
naturaleza conlleva a llevarnos con nosotros millones de formas de vida sin
darnos cuenta que dentro de esos ecosistemas el equilibrio es perfecto y la
vida fluye con toda naturalidad.
El progreso ha sido
cruel con la biodiversidad. Millones de hectáreas sufren la presión constante y
pequeñas islas de vida, tan escasas como necesarias, sobreviven bajo el
paraguas de la protección humana, una penitencia adquirida ante tanto mal.
La naturaleza es sabia,
la naturaleza enseña, la naturaleza guía y nosotros, el ser racional, no
sabemos escuchar todo lo que nos dice.
Por suerte para
todos, en cada generación nacen personas con un oído tan desarrollado que
captan el mensaje y lo transforman en hechos haciendo realidad aquello de que
el ser humano es capaz de hacer cosas extraordinarias, incluso para bien.
Estas personas
intentan con su esfuerzo hacernos ver más allá, nos enseñan a interpretar
aquello que está escondido a simple vista e intentan concienciarnos de que en
este mundo existen otras formas de vida que nos observan expectantes, incapaces
de comprender lo qué les estamos haciendo. Hoy en Radio Cangas podemos
disfrutar de una de ellas, un referente que el viernes nos descubrirá un mundo
que nos observa y nos vigila.