La historia nos pone ejemplos desde los confines de los tiempos de hijos que superaron a sus padres en cuanto a sabiduría, fama o poder: de príncipes a reyes o emperadores, tenemos como ejemplo a Alejandro Magno como el más emblemático, aunque en España nuestro Carlos I, hijo de Juana y Felipe llamado el hermoso, no se queda a la zaga.
En el mundo de la ciencia es de obligada mención la familia Curie, que, tras la muerte de padre, su mujer e hijas defendieron su legado hasta llegar a ser premios nobel como es sabido. Irène Joliet-Curie optó por la ciencia y también recibió el Nobel y su hija pequeña, Eve, se convirtió en una afamada escritora y periodista.
En el mundo de la cultura, una de la historia más destacas es la el pintor Filippino Lippi, hijo cuestionado de Filippo Lippi, monje pintor de gran talento que raptó a la monja que le servía como modelo y a la postre madre del primero, no os podéis imaginar el escándalo que se montó en el siglo XV que concluyó con la dispensa de ambos por el vaticano.
La verdad que los ejemplos que he puesto nos reflejan la importancia del nacimiento, ya sea en noble cuna, o por el contrario, creciendo entre el mundo que nuestros progenitores han creado con sus trabajos, que, sumado a nuestra propia admiración por ellos, nos hacen partícipes desde muy pequeños, siendo proporcional el interés a los años que vamos cumpliendo.
La vida, sin duda, es la gran incógnita que nos toca vivir desde nuestro primer llanto, convirtiéndola ese libro que poco a poco vamos escribiendo día a día con mayor o menor acierto.
Esta semana en la Biblioteca Dulce Maria Prida tenemos el placer de que nos cuenten la vida de una persona, que lejos de no admirar la obra de su padre, sus inquietudes la llevaron a plasmar la bases de algo tan desconocido entonces como eran que las máquinas valían para algo más que para el cálculo puro. Una mujer que su padre abandonó a los 4 meses pero que le dejo un poema que reza en sus principios :
¿Es tu rostro como el de tu madre, mi bella hija? ¡ADA! Hija única de mi casa y mi corazón»
El poeta se llamaba Lord Byron